Desde que en 1975 apareciera la portada de Hermano Lobo con la frase “Nosotros o el caos”, del dibujante Ramón, es el lema indiscutible de todos los regímenes autoritarios o con resabios autoritarios. El lema se ha actualizado con narrativas que siguen insistiendo en la misma idea y permiten comprender lo mismo: la libertad sería el caos, aceptemos el autoritarismo necesario para que no reine el desorden. Es el “América primero” de Trump, es el ”Que Argentina vuelva a ser una potencia mundial”, una Argentina nueva donde “La Ley se cumple”, aunque sea el nuevo Gobierno quien no cumple la Ley con insistencia. Es el Stadtbild de Friedrich Merz, que a su vez acusa a Aternativa para Alemania de querer traer el caos, y al mismo tiempo culpa a la inmigración del caos y la acusa de producir el gran reemplazo y la desaparición de la civilización.
Cuando Friedrich Merz justifica su actitud respecto a la inmigración y los problemas que estaría generando no ofrece más justificación a su Stadtbild, la imagen de las ciudades alemanas, con un “pregunte usted a sus hijas”. La respuesta a esa pregunta de Merz la ofrece sin desearlo su correligionario Markus Söder, ministro presidente de Baviera: “Alemania sin coches, sin química y sin máquina herramienta sería como una mujer sin bajo vientre”. ¿Es necesario explicar la misoginia y el machismo sexualizador de esta afirmación del presidente de Baviera, sociopolítico de Merz? ¿Quién o quiénes definen el Stadtbild de las ciudades europeas y mundiales, según unas derechas ultras que atribuyen a la mujer ser un bajo vientre? Las mismas derechas y la gente no quiere entenderlo.
Las mismas derechas gorilas que en Argentina salieron ayer a librar a su país del caos, previamente dibujado con precisión. Nosotros o la bancarrota, decían desde hace semanas Milei y su ministro de Economía, con los precios de cambio del dólar a peso completamente fuera de control. Crearon el caos y luego buscaron la solución a su propio caos con la intervención directa en la Argentina del ministro del Tesoro de Trump. El electorado se quedó en casa, ante un peronismo cansado y sin recursos narrativos. Milei arrasó ayer en las elecciones legislativas de medio término. ¿Para qué ganó? Para que no se repita el caos, en especial el de diciembre de 2001. Todas las formas de pobreza y de sufrimiento por la pobreza importan menos que el caos.
Los que fueron a votar y votaron ultraderecha, aunque se pongan redichos y digan que votaron contra el caos, votaron contra una libertad que les da miedo y votaron por el amo, que es quien les ofrece seguridad. El experimento Milei se basa en la estrategia del caos desde el primer día de su Gobierno; aunque todos sus resultados sean pura numerología, mucha gente termina sus críticas con un pero. Lo que está detrás es la venta de los recursos, la hegemonía de la aristocracia económica y la indiferencia más completa hacia todas las personas que no sean las familias patricias dueñas del país: una indiferencia que abriga la crueldad más descarnada.
En la Argentina se despertó el gorilismo ante el riesgo de que se repitieran en estas elecciones nacionales lo que ocurrió en la provincia de Buenos Aires de septiembre pasado, en las que Milei perdió por goleada. El peronismo se durmió, aburrido de sí mismo, incapaz de presentar a la sociedad, y no solo a su parroquia, un proyecto concreto de país. La gente quiere llegar a fin de mes y la abstención de ayer, la mayor desde 1983, dio la victoria a la ultraderecha. Una abstención de gente cansada y que no se siente entusiasmada. La minoría que votó para dar la victoria a Milei se siente enardecida por el discurso ideológico que, siente, le protege del caos. Es el virgencita, virgencita, que me quede como estoy. ¿Cómo salimos de este caos?



