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Es un tema recurrente y yo como don Erre que Erre. Todos los años la misma historia. Yo protesto. Y ellos repiten. Como un bucle que nos lleva al infinito. Nos acercamos al último domingo de cuaresma y por tanto nos acercamos al pregón de Semana Santa. Durantes estos días, zapeando, me he encontrado en Onda Jerez reposiciones antiguas de los años 90 del pregón de Semana Santa de entonces. Algunos de ellos se hicieron en la Iglesia de San Miguel porque por entonces el Teatro Villamarta estaba cerrado. En estas grabaciones de entonces podemos apreciar que el templo de San Miguel es inigualable para esta celebración religiosa. No ya por la misma belleza intrínseca del templo del arcángel, sino porque una celebración religiosa donde se luce es un sitio religioso, en un sitio sagrado.

Sigo insistiendo año tras año, sin que nadie me lo razone y me convenza, que el Teatro Villamarta no es el sitio más adecuado para el pregón. Primero, porque es un sitio público —ese afán de ocupar lo público— y estamos hablando de un acto religioso. Si damos paso a esto, mañana podemos tener a los testigos de Jehová pidiendo el mismo espacio público —con todo el derecho del mundo— o a los mismos de Hazte Oír presentado alguna campaña de las suyas. Es lo que va a ocurrir si el Teatro no se dedica a lo que se tiene que dedicar.

Y luego, la falta de respeto —en mi opinión, claro— de las hermandades jerezanas al lugar sagrado por excelencia que es el templo y donde se encuentra el sagrario, sitio donde para los católicos —además de en el prójimo— está presente Jesús. Desconozco si en el escenario del Villamarta llevan un sagrario para tal ocasión. No sé... cada vez veo a los cofrades jerezanos huir más de los templos. Parece que les molesta la casa del Señor. A la mínima, a la calle. Lo último son varios Vía Crucis por las calles de Jerez. ¿Para qué creen que están si no esos catorce números romanos con una cruz, y a veces, con alguna imagen en las paredes de los templos? Pues no vale. No les vale. Ellos, a la calle.

Tanta calle está haciendo desaparecer el silencio, el recogimiento y el respeto a la casa de Dios. La religión ha dejado de ser algo íntimo para convertirse en un pseudo folclore externo: síntoma de una casta clerical que parece no tener recursos imaginativos para atraer a los fieles al templo y que han tirado la toalla y se van por el camino fácil: la fiesta en la calle. Aunque lleven a un muerto y crucificado sobre sus espaldas. Qué mas da. Si al final, todo esto, termina siendo teatro. Puro teatro. Hasta el último domingo de cuaresma del año que viene, que hablaremos de lo mismo, si Dios quiere.

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