Los que votan y los que no

¿Dónde se quedó nuestra democracia representativa si está basada en la participación? Necesitaremos esta semana entera para comprender la dimensión de lo que se nos viene encima.

Aquí mandas tú. Dos personas en una cabina de voto ejerciendo el voto.
Aquí mandas tú. Dos personas en una cabina de voto ejerciendo el voto. MANU GARCÍA

Con una abstención del 41,51%, la primera reflexión no debe ser otra que... ¿dónde se quedó nuestra democracia representativa si está basada en la participación? Se ha hablado muchas veces del problema de la legitimidad que podrían tener unos resultados cuando la participación es tan baja. No, no trato de poner en tela de juicio la limpieza de las elecciones ni que las haya ganado el PP. El asunto va mucho más allá.

Es pronto para hacer un verdadero análisis con los datos concretos y poder, por ejemplo, hablar de la abstención con seriedad, de quiénes se han abstenido más por nivel de renta, por nivel de estudios y por nivel de esperanza en que la acción política desde el Gobierno pueda mejorar su situación. Las derechas han ganado por votos y por número de escaños de un modo incontestable y es hora de describir la sociedad sin paternalismos. Los primeros resultados numéricos aportan una información sobre el nivel de estudios: la población con más formación es más de derechas, y la de menor formación también. Se puede interpretar que aquí hay una mezcla de elementos. Los de menor formación creen con mayor facilidad los discursos simplificados y aceptan con menor perspectiva crítica la propaganda. Los de mayor nivel de formación son casi los mismos que los de mayor renta, y votan más al PP. Porque tienen quieren conservar.

La sociedad andaluza ha cambiado de un PSOE que no era de izquierdas a un PP que no es de centro. Las izquierdas han sido minoritarias en Andalucía casi siempre o siempre. Afirmar que el PSOE sea de izquierdas desdibuja radicalmente la realidad y arroja un análisis equivocado. Es, también este, un modo de simplificar obscenamente la realidad.

En Andalucía han ocurrido, seguramente, varias cosas: la estrategia del PP de amenazar con Vox, y convertir a muchos votantes en votantes de Moreno, que además se apartó todo lo que pudo del PP; las izquierdas peleadas entre sí hasta el último momento; y un PSOE que no levanta cabeza después de su hegemonía de cuarenta años, y que nunca fue de izquierdas sino de centro.

El problema que veo, a partir de mañana, es que la cultura política va a seguir siendo la misma entre løs votantes y en los partidos políticos. Cada vez habrá más personas con riesgo de exclusión social o completamente excluidas y aumentará la pobreza severa. El PP seguirá insistiendo en que no hay ideología sino lógica, sin contar que su lógica es la de hacer más millonarios y más pobres. El PSOE seguirá siendo un partido de centro que ha hartado a la gente entre egos y políticas insuficientes o demasiado sospechosas de clientelismo. Las izquierdas, con sus dogmas y sus inquisiciones. Así, entre todos, destrozan la vida de miles de personas en una de las regiones españolas más pobres y con menos perspectivas de toda España.

La sociedad andaluza se ha declarado abiertamente de derechas, lo que está bien porque así está claro. La cuestión, ahora, es qué hacer. Pero qué hacer no porque sea de derechas o de izquierdas, eso no tiene la menor importancia. Lo único que tiene importancia son las personas que se quedan sin una casa donde vivir, las que no tienen calefacción o comida, las que no pueden acceder a una educación suficiente para salir de su pobreza, las que no pueden acceder a una sanidad de suficiente calidad sin tener que volverse pobres, los bosques que se queman al tiempo que se siguen desmontando los servicios de protección de la naturaleza.

Todos necesitaremos esta semana entera para comprender la dimensión de lo que se nos viene encima. El PSOE debería haber aprendido varias lecciones hace tiempo si quiere poder decir de sí mismo que sean de izquierdas, pero no lo ha hecho e insiste en no hacerlo. Las izquierdas son reconocibles, sobre todo, por sus disputas cainitas. Las próximas elecciones son en mayo de 2023, las municipales. Los ayuntamientos son esenciales en la vida social, política, económica y cultural. ¿Entenderán los egos de Madrid y otras capitales que una sociedad democrática empieza desde la base?

Estamos ante una situación compleja. En Colombia se gira a la izquierda. En Francia se gira a la izquierda. En Andalucía se gira a la derecha. Los dos grandes partidos lo han querido así, en realidad, y la nueva izquierda no fue consecuente con su propuesta de hacer un partido distinto. La gente se ha hartado, pero no solo. Los que han alcanzado un trozo de tarta luchan por conservarla a costa de quien sea y se montan películas de cómo serían las personas abrumadas por su pobreza. Toda esta cultura cainita se ha basado en una especie de orden natural de las cosas que nada tiene que ver con el orden de ninguna cosa ni de la naturaleza; ni siquiera con ningún orden. Para que algunos tengan muchos tienen que no tener.

Hasta mayo hay tiempo de volver a la conversación y actuar en consecuencia. Si las izquierdas lo fueran lo serían.

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