Manifestación del 8M, el pasado marzo en Sevilla.
Manifestación del 8M, el pasado marzo en Sevilla. MAURI BUHIGAS

Qué grandes son las mujeres. Y qué pequeños los hombres. Cada día que pasa me reafirmo más en la idea de que sólo las mujeres serán capaces de salvar el mundo del desastre al que lo conducen los hombres. Si miras la cola de un museo verás el doble de mujeres que de hombres. Si miras el público que entra en un teatro, una librería, un cine, una charla, una sala de arte o simplemente conversa animadamente sobre salud, educación, vivienda o hijos verás el doble de mujeres que de hombres. Las mujeres son las que responden a las convocatorias de presentaciones, de debates o de iniciativas para organizar asociaciones. Por cada hombre que se organiza hay diez mujeres. 

Es común establecer una enorme brecha entre jóvenes y viejos. Los jóvenes ignoran -cuando no desprecian- lo que hacen los viejos. Y viceversa, los viejos ignoran -cuando no desprecian- los puntos de interés de los jóvenes. Dos mundos aparentemente irreconciliables. Sin embargo, creo que la mayor brecha social -sin contar la económica, la de clase- es la que separa a hombres y mujeres, sean de la edad que sean. Ahí existen de verdad dos mundos que, si ya antes estaban lejanos, ahora les separa una distancia de años luz. Las mujeres de ahora son infinitamente más inquietas, curiosas, activas y comprometidas que los hombres. 

Con frecuencia, cuando estoy entre hombres, me pregunto ¿qué tengo yo que ver con esta gente? La respuesta suele ser "nada o casi nada". Me hago la misma pregunta cuando estoy entre mujeres y la respuesta suele ser "mucho o casi todo". ¿Por qué? Porque ellas tienen un abanico amplio de temas de conversación, porque sueñan con un mundo mejor -y lo buscan- porque indagan, preguntan, estudian, quieren saberlo todo... Ellos apenas tienen inquietudes, parecen estar de vuelta de todo, son descreídos, derrotistas. 

No todos los hombres son así, es verdad, pero sí la mayoría. Al menos, la mayoría que observo en las terrazas ocupadas por hombres durante horas abismados a una partida de dominó, acalorados con la caza de una liebre o con la mirada perdida en la nada. Sé que la contundencia de algunas afirmaciones vertidas aquí puede molestar, pero no es ese el ánimo, sino sólo evidenciar una realidad lacerante que debería tocar la conciencia de quienes así actúan. Las generalizaciones suelen ser injustas, pero a veces son necesarias para la toma de conciencia de un problema grave.

Hay datos realmente curiosos que merecen una reflexión. Por ejemplo, el empleo en el sector de la cultura (690.000 empleos en 2021) lo ocupan los hombres en un 60 por ciento, frente al 40 por ciento de mujeres. La paradoja es que las mujeres son las principales consumidoras de productos culturales. Dos datos reveladores son que el 73 por ciento de los titulares de derechos de autor son hombres, pero el gasto medio anual de la mujer fue en 2021 de 239 euros, frente a 226 euros de gasto medio del hombre. El 79 por ciento de los largometrajes de producción española han sido dirigidos y guionizados por hombres, pero son ellas las principales espectadoras. 

Por lo general, de qué hablan los hombres, qué les preocupa. El fútbol, el tiempo, el campo o la caza. Si acaso, de política, aunque cada vez más derechizados. A este respecto, merece la pena revisar lo ocurrido en las últimas elecciones habidas en España, Brasil, Polonia y Argentina, donde los partidos de extrema derecha se han dado de bruces con el voto de las mujeres. En España, concretamente de bruces con el voto de las mujeres y de los electores catalanes. Hay que preguntarse qué habría ocurrido aquí sin ellas. 

Igual que España, Brasil, Polonia y Argentina no tienen hoy gobiernos integrados por la derecha y la extrema derecha -con el demente Milei al frente- por la movilización de las mujeres. El País titula "La ola de la extrema derecha sólo encuentra un dique: el voto femenino" y añade el subtítulo "las encuestas de los últimos comicios en Polonia, Brasil, Argentina. o España confirman que las mujeres votan menos a los partidos ultras, como también documentan muchos estudios académicos". ¿Hay o no hay motivos para identificarse con las mujeres y sentirse mejor entre ellas? Ahora deberían dar un paso más e independizarse de los hombres, cortar amarras. Sólo las mujeres nos salvarán.

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