¡Viva la Plurinterconstitución!

Hay una regla que prescribe: cuando los pueblos avanzan y las constituciones se paralizan, llegan las revoluciones

¡Viva la Plurinterconstitución!. Gabriel Boric, presidente de Chile, y Joe Biden, presidente de Estados Unidos, en una imagen reciente.
¡Viva la Plurinterconstitución!. Gabriel Boric, presidente de Chile, y Joe Biden, presidente de Estados Unidos, en una imagen reciente.

Hay una regla que prescribe: cuando los pueblos avanzan y las constituciones se paralizan, llegan las revoluciones. Quizás algo así ha pasado en Chile, donde una revuelta de estudiantes en 2019 ha dado lugar a este cambio constitucional. 

La nuestra de 1978 se aprobó en cuanto se pudo. La transición democrática fue entendida por las élites (también comunistas), y la política española, atada y empantanada, se liberó constitucionalmente hasta el día de hoy. La Norma ha superado diversas crisis y está cogiendo lustre no demasiado malamente. Quizás porque es de una prosa sobria, con artículos no muy agarrotados que permiten posturas distintas incluso opuestas. Por ejemplo, en el ámbito territorial, lo que se acordó, ha tomado un camino distinto. 

Y a Chile, ahora próxima a la aprobación de su nueva Constitución, le empieza a temblar las piernas (encuestas al 50%). No es para menos el momento. Se juega su futuro y su apuesta en mundo constitucionalista es alta. Despiden los chilenos con alivio el ensangrentado texto de Pinochet, y saludan apretando el mentón a la muy democrática, plurinacional e intercultural Constitución de 2022 (o 2023). Gracias a la incapacidad de los dirigentes del país andino —y bético ¡ojo! porque de allí vienen Pellegrini y Bravo—, el pueblo mismo tomó las riendas del asunto, y hace un año, eligió por votación directa a sus 154 constituyentes. Muchos de ellos, y ellas, no pertenecen a partidos políticos, y mayormente tiene perfil académico y abogadil. Hay quienes todavía se tiran de los pelos: ¿teóricos y abogados? ¡estamos perdidos! Otros se lamentan: ¿dónde están nuestras élites? Sea como fuere, es un proceso ejemplarmente democrático y los chilenos van a nutrir su Carta Magna de contenido social, participación y descentralización. Uno de los platos fuertes es la inclusión de los pueblos indígenas, que no aparecían desde las leyes españolas. ¡Pucha la vieja!

Deseamos que aprueben esta constitución republicana -si así lo quieren- por aquello de la buena relación sociedad-constitución. No cabe duda de que será sumamente integradora (Smend), aunque tampoco eso sea lo primero (Kelsen). Al final, toda Constitución aspira a durar. Por lo menos, tanto como un moái. Pero ello no sólo dependerá de los agentes externos. Ella misma debe ser un artilugio útil, con sus resortes y conductos bien calibrados. 

El borrador de la esperada nueva constitución que este lunes se entrega al Presidente, dice, que Chile será, bueno, que Chile es, un Estado social y democrático de Derecho, y también plurinacional, intercultural, ecológico, solidario, paritario y probablemente algo más que se me quedó por ahí. La interpretación jurídica del texto -si se conserva así-, reportará a los chilenos tardes muy entretenidas. Y si todo marcha bien, el 4 de septiembre por fin, se someterá a plebiscito.

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