Qué gracia reírle las gracias a Donald

La cobardía nos define, es decir, como tratamos al débil, sea presidente de un gobierno –nuestro o ajeno- o sea un compañero, de clase, de trabajo, alguien con quien pudimos compartir el pan

El presidente de España, Pedro Sánchez, en la Cumbre de La Haya.
26 de junio de 2025 a las 18:17h

Venimos de aquellos barros de los pies en la mesa, con el puro, ¿se acuerdan?, y de las armas de destrucción masiva en Irak porque se le puso en el moño a EEUU. Ahora es Irán, que igual de lejos nos pilla pero con un presidente estadounidense todavía más despreciable, que ya es decir para estos lodos. Y con el viejo debate de gastar más de lo imaginado en armas para matar a quien diga el mandamás que haya que matar por cojones. 

El presidente de España, Pedro Sánchez, con todas sus corruptelas a cuestas y sin que nos guste un pelo a quienes asistimos con asombro a toda la tela que tiene que cortarse aún, es el único que le ha dicho que al menos su intención no es gastar tanto en armas y el único que ha levantado la voz por Palestina cuando la hipocresía internacional no quería ponerse mal con Israel porque estaba EEUU de por medio.

Es difícil entender a los españoles que prefieren ridiculizar a su presidente -lo hayan votado o no, eso es indiferente- porque ya lo haya ridiculizado Trump. Luego nos asombramos muchísimo por el bullying en los coles, cuando la estructura mental es la misma: la cobardía de ponernos del lado del más fuerte, aunque no tenga razón. 

La cobardía nos define, es decir, como tratamos al débil, sea presidente de un gobierno –nuestro o ajeno- o sea un compañero, de clase, de trabajo, alguien con quien pudimos compartir el pan. Plegarnos a decir lo que los demás quieren escuchar que decimos, temer quedar mal con quien puede procurarnos algún provecho, ponernos siempre del lado que nos conviene por cualquier vil interés, sin atender a razones ni a lógicas ni a principios.

Eso es lo que nos define, lo que nos da lustre, lo que está de moda. Pero no deja de ser lamentable que millones de españoles anden estos días arrugando su propia gorra entre las manos, agachando la cabeza y sonriendo tan forzadamente ante las bravuconadas del señorito Trump solo porque el presidente que nos representa como estado, nos guste o no, haya sido capaz de lanzarle una honda al señorito Goliat, aunque no acierte a darle en toda la frente. La puntería es lo de menos.