La vida es ondulante y la izquierda pendular

Necesitamos ingenieros del Estado, no animadores de eventos

'La vida es ondulante y la izquierda pendular', por Gonzalo Jiménez.
'La vida es ondulante y la izquierda pendular', por Gonzalo Jiménez.

A partir de 2008 cambiaron algunas cosas. Por ejemplo, la política de vivienda en propiedad sobre la que el franquismo creó la clase media tocaba techo y giraba hacia el alquiler. El malestar social alentado por la cicatería de Rajoy abrió la oportunidad de romper con el bipartidismo. Mientras el desempleo aumentaba, el sistema bancario era reestructurado. Ya se sabe, Rodrigo Rato, la SAREB, los fondos de inversión, la liberalización de la LAU… Pues bien. Hoy se han depositado los guijarros de aquellas riadas. La LAU ha vuelto a su tono grisáceo de antes de la crisis, Rato ha salido de prisión y publica un libro, el desempleo remite a niveles de 2008, la SAREB cede a las Administraciones las pocas viviendas ruinosas que tiene, Cs desaparece y Podemos se repliega a su reducto de IU.

Esta campaña municipal, tan plana, no ha admitido dudas. Se prefiere un proyecto político conservador. No puede extrañar. La vida es ondulante, lo decía Josep Pla. Si aún no se ha olvidado, Sánchez fue encumbrado en 2018 sobre el hedor del PP y el mercadeo de votos nacionalistas (soberanía popular) en la moción de censura. El No es no de Sánchez y el Sí es sí de Montero abarcan toda la riqueza gramatical de este periodo. Sin menospreciar la razón de la sinrazón de Rajoy. No puede extrañar, digo, que la confianza en el nuevo Ejecutivo descendiera pronto. En las segundas elecciones generales de 2019 la izquierda perdía votos. De esta travesía de 15 o cinco años, como se quiera, los más fieles adeptos no logran sacar limpias más de un par de reformas económicas y laborales para devolvernos a datos de 2009. 

La vida es ondulante. Y la democracia española pendular. Muchos sienten hoy alivio: ha pasado lo peor y ya estamos bien. Pero se trata de una forma de complacencia ruin, ahora, de la izquierda. Seguimos con nuestros problemas congénitos a los que se suma la pérdida de tiempo y energías de estos años. Volver a 2007 sin tener conciencia de la debilidad del Estado y la ineficiencia de la Administración, es preocupante. La política territorial es una hemorragia a la que nos hemos acostumbrado. El efecto pendular de la legislación PP/PSOE no lleva a ningún sitio. Y es evidente que las soluciones teóricas (Podemos) se convierten en polvo cuando se trasladan al BOE. Los problemas no se han solucionado. Los medios disponibles son insuficientes. Hay que enfocarlo de otra manera. La izquierda piensa que toda la política es sólo materia social. Como si la Historia hubiera empezado en 1917 y los ciudadanos fuéramos meros sujetos pasivos a la espera de la orden de la Administración. Hay que dirigir la atención a la estructura del Estado. Los problemas de funcionamiento acumulan medidas legales que no llegan nunca a aplicarse. La comunicación entre unidades administrativas no es buena. Los ciudadanos no tenemos un mejor acceso a la Administración en la era digital. Y al final por frustración se acaba endureciendo el Código Penal. Necesitamos ingenieros del Estado, no animadores de eventos.

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