El arte y el artista

Mi opinión es que todo el mundo tiene derecho a redimir y confesar sus actos, e igualmente Vargas Llosa tiene derecho a cambiar sus opiniones políticas

15 de mayo de 2025 a las 09:25h
Mario Vargas Llosa.
Mario Vargas Llosa.

Viene hoy esta columna a colación de la muerte el mes pasado del escritor Mario Vargas Llosa. Y no por las difundidas alabanzas literarias, sino por lo que sólo algunos se atreven a poner sobre la mesa, su particular deriva derechista en sus casi noventa años, donde pasó de militante comunista y seguidor de Fidel Castro a presentarse, en su propio país, como presidenciable en una coalición de partidos conservadores, y aún más, a defender, en los últimos años, abiertamente a candidatos latinoamericanos de extrema derecha, como ese innombrable señor de la motosierra, que gobierna hoy en Argentina.

Los mismos que hoy critican la derechización del escritor no creo que tengan inconveniente en escuchar un disco de música clásica dirigido por Herbert von Karajan (uno de los muchos músicos que apoyaron el Tercer Reich). Pero no, no vengo a defender aquí a Vargas Llosa, ni a decirles que considero que algunas de sus obras son verdaderas obras de arte de la literatura universal (mi preferida La ciudad y los perros). No. Quiero sólo poner sobre la mesa el debate sobre si es posible separar el arte del artista, como si la obra tuviera vida propia y se hubiera deshecho de su creador. En la vida tenemos muchos ejemplos de artistas que han sido un dechado de maldades, y de cuyos actos se tiende a minorar e incluso a borrar de sus «autorizadas» biografías. Estas situaciones se dan especialmente entre hombres artistas y en sus relaciones con mujeres.

En el mundo del cine, hay numerosos actores que han sido acusado de múltiples abusos y violaciones. Gérard Depardieu fue acusado de violencia sexual y sexista por más de 20 mujeres y no por ello ha dejado de seguir rodando nuevas películas y recibiendo premios. Roman Polanski, otro caso parecido, recibió el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Venecia. En la pintura, nadie duda de la genialidad de Caravaggio, un delincuente en el sentido estricto del término, y que tuvo que huir de Italia y refugiarse en Malta por un asesinato. ¿Y Picasso?, ¿alguna casa de subasta ha tenido algún problema para vender sus millonarios cuadros, a pesar de su misoginia? Lean Picasso y las mujeres: una historia de relaciones plagadas de abusos y malos tratos.

Antonio Machado se casó con una niña de quince años… ¿lo tienen en cuenta cuando leen sus poemas? Woody Allen se casó con su hija adoptiva y no por ello algunos consideramos sus películas como geniales. Pero hablemos de otro Premio Nobel, Pablo Neruda. Nos quedamos absortos con sus poemas, casi nadie critica su vida (mucho menos desde la izquierda española, por su defensa de la Segunda República y el apoyo a los exiliados republicanos cuando era embajador en Francia); pero el poeta del «me gusta cuando callas…» contó en su libro autobiográfico Confieso que he vivido, que violó a una empleada tamil cuando fue cónsul en Sri Lanka y abandonó a su primera esposa (María Antonia Hagenaar), cuando nació la pequeña bebé con hidrocefalia, e incumplió su promesa de enviarle dinero para su sustento. Así era el «bonachón» de don Pablo.

Mi opinión es que todo el mundo tiene derecho a redimir y confesar sus actos, e igualmente (en este caso vuelvo a Vargas Llosa), tiene derecho a cambiar sus opiniones políticas, aunque no sean del agrado del lector o del espectador. Pero sigo sin tener clara la cuestión principal, y termino casi como empecé. Ustedes dirán: ¿Podemos desvincular creación y creador?

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