Tengo sueño(s)

Seguramente son más, aunque yo, confieso, tengo mis problemas para conciliar el sueño como otros lo tienen para conciliar la vida laboral y familiar

Sueños.
Sueños.

Es probable que en algún que otro artículo de cualquier domingo os haya comentado cosas sobre los sueños ―no lo he comprobado, lo haré―, sobre el sueño; toda esa realidad onírica, de ciencia ficción, que tanto nos atrae. Y es probable, porque yo, como cualquiera de vosotros, ha pasado parte importante de su vida durmiendo. Tengo, redondeemos, cincuenta y siete años, que suponen, si la calculadora de mi antigualla de móvil no me equivoca, 20.805 días, por tanto: 499.320 horas.

Si ponemos una media de 6 horas al día en las que dormimos, me sale que 124.830 horas, un total de 5.201 días de esos veinte mil, me lo he pasado entre REM, RAM, o como vulgarmente se dice “planchando la oreja”. Seguramente son más, aunque yo, confieso, tengo mis problemas para conciliar el sueño como otros lo tienen para conciliar la vida laboral y familiar. Duermo poco y mal, menos mal que la sanidad pública me permite todos los días, por un muy módico precio, drogarme legalmente con Lorazepam, que me va bien, aunque ya me dicen las amistades que hay otras “pastis” aún mejores. El caso es que no me sorprende, a nadie debe sorprender, que escriba unas cuantas palabras de vez en cuando del acto más profusamente realizado en nuestra vida ¡casi media vida!dormir, soñar.

Hay personas que solo duermen, quiero decir que no combinan esa actividad ―mejor ausencia de actividad ¿?― con el soñar. Dormir, soñar…Todos soñamos, no nos acordamos de nuestros sueños que son unos cinco en la noche y cada uno dura unos veinte minutos. Yo diría que son más y duran más, pero es mi experiencia la cual tiene mucho que ver con esas fantásticas películas surrealistas ―incluyendo, a veces, banda sonora― que mi original guionista, mi atormentado cerebro, me convierte en una especie de Buñuel nocturno.

¡Me gusta soñar! Incluso las pesadillas, esas en las que te descubres corriendo con los pies más pesados del mundo, huyendo de cosas que en vigilia sabes que no existen, gritando llamando a tu madre ―he preguntado a otros soñadores profesionales como yo, y la mayoría reconoce que cuando tiene un sueño de esos horribles y suplica ayuda, a quien llama es a la madre―, son aventuras y, al fin y al cabo, si eres capaz de desarrollar la capacidad de, una vez comenzada la pesadilla, o cualquier otro sueño, el de saber que es un sueño, y que controlas también su duración, su intensidad, entonces disfrutas de lo vivido, de lo soñado ¡ay de aquél que no se acuerda nunca de lo que sueña, lo que se pierde! Y se pierde sobre todo, como hemos visto, una gran parte de su vida (conozco gente, supongo que vosotros también, que duermen unas 8 o 9 horas por la noche, se toman una siesta antes de comer de media hora y una siesta por la tarde, de pijama y orinal, de un par de horas…). Soñar es vivir, dormir es solo algo tan fisiológico como mear, perder casi la mitad de tu vida durmiendo sin recordar esas duermevelas, esos sueños: pesadillas, eróticos, infantiles…da igual, son vida y hay que vivirla.

Pero también soñamos despiertos, todos soñamos despiertos, sobre todo cuando somos jóvenes y vamos diseñando nuestro futuro a golpe de ilusiones imaginadas. No voy a ser tan pesado de volver a poner ―porque esto sí que lo recuerdo― la frase que Clint Eastwood le dedica a una esplendorosa Meryl Streep. Bueno ¡qué diablos! la voy a poner otra vez que me viene al pelo: “tuve muchos sueños, ninguno se cumplió pero fue bueno tenerlos”.

Siempre es bueno tener sueños, sean de grandeza, de grandes objetivos, de pequeñas maldades, casi dramatizando en nuestro cerebro amores imposibles que se hacen posibles gracias a nuestra imaginación. Sueños de futuros perfectos, aunque seamos imperfectos. Siempre es bueno soñar y, como decía Antonio Machado, lo mas importante es despertar, y yo ya estoy preparándome para que esta noche al dormir sueñe con algo de lo que, cuando me despierte, consiga acordarme y pueda disfrutarlo todo el día. Ya os contaré como me fue.

 

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