Pablo Picasso (1881-1973), “Los ojos del artista”, París, 1917 © Museo Picasso Málaga. Foto: Rafael Lobato © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2016.
Pablo Picasso (1881-1973), “Los ojos del artista”, París, 1917 © Museo Picasso Málaga. Foto: Rafael Lobato © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2016.

Los ojos que ves

no son ojos porque los veas

son ojos porque te ven

Antonio Machado

La realidad, lo que pensamos que es la realidad, es sencillamente lo que nuestros filtros sensitivos nos dicen. Representamos las realidad a través de un tamiz, de un sistema de procesamiento el cual puede ser auditivo, olfativo, gustativo, kinestésico o visual. En definitiva, son los sentidos, sumados a un condicionamiento emocional, los que nos hacen salir fuera…o lo de fuera meterse dentro.

Siempre he pensado que los ojos, la mirada, los secretos de ese órgano lleno de células especializadas, son el mapa de nuestro ser, el algoritmo definitivo de nuestra “alma”. Siempre hemos escuchado eso de que la cara es el espejo del alma, y para mí, la cara viene determinada por los ojos. Una cara es, en buena media, sus ojos, y los ojos son la mejor cartografía de nuestros estados de ánimo, es el verdadero carnet de identidad de cada uno de nosotros.

Hay personas predominantemente visuales, es decir que el sistema de representación de la realidad está mayormente influenciado por este sentido. Son esas personas que comen con la vista, que prefieren una película a un libro, los que hacen el escrutinio de los demás por lo que ven de ellas. Los especialistas en Programación Neurolingüistica nos dicen que este tipo de personas son los más habituales, y quizas por ello vivimos en un mundo donde lo visual predomina en casi todos los ámbitos, eso que llamamos la cultura de la imagen.

La verdad ―mi verdad― es que la mirada impresiona. Impresiona ver los ojos de Picasso, la mirada de Kubrik, la belleza de los ojos de cualquier persona. Los ojos somos nosotros. Los ojos no engañan, las palabras sí. Puedes hacer lo que quieras pero con la tecnología que hoy en día está a nuestra disposición podemos saber, midiendo la apertura de las pupilas, si alguien está mintiendo, incluso hay estudios absolutamente interesantes de cómo se comportan los ojos cuando alguien nos gusta, o cuando alguien nos resulta aborrecible. La mirada fija puede ser indicio de mentira pues el cerebro tiene que concentrarse en la elaboración del engaño. La mirada huidiza puede significar timidez pero posiblemente también hartazgo…y así cualquier cosa que se nos ocurra, tienen en esos órganos su correspondiente explicación o interpretación.

Un psicólogo llamado Koening estudió con resultados sorprendentes las miradas entre personas que ocasionalmente se cruzan por las calles, verificaba como, por lo general, nos puede incomodar que alguien nos mire fijamente durante varios segundos sin apartar la mirada, ni pestañear. Y es que nuestros ojos son la abertura, la ventana más exacta para llegar a nuestro interior, nos desnuda, por eso nos incomoda y no nos gusta que nos escruten nuestros interiores, sobretodo los interiores no físicos, los emocionales.

Es curioso saber que cuando miramos echando la vista hacia la parte superior derecha es que estamos construyendo mentalmente una imagen, pero si lo hacemos a la parte superior izquierda lo que estamos es tratando de recordar, fundamentalmente una imagen. Son miradas que, como pongo en la cita al inicio de esta columna, nos ven y por eso, y porque lo dijo Antonio Machado, es muy importante que la mirada sea limpia, ajena al rencor, en las antípodas del odio. La mirada debe ser sincera, amistosa, cariñosa, amable, completa, brillante, sensible, emocionante. Como esas miradas que nos solemos hacer entre nosotros, aunque sea a través de estas palabras, intenta mirarme que mis ojos lo sabrán al instante y será entonces cuando no habrá margen para la duda, nuestros ojos son uno solo.

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