Mafia periodística de alta y baja intensidad

Un político con miedo ante el chantaje periodístico es el fin de la democracia real

Mafia periodística de alta y baja intensidad. Antonio García Ferreras, en 'LaSexta'.
Mafia periodística de alta y baja intensidad. Antonio García Ferreras, en 'LaSexta'.

La gente, usted mismo, se levanta todos los días bien temprano para ir a trabajar, otros ultiman su preparación para un examen en el que se juegan el futuro. Muchas personas, ahora en verano, con mucho esfuerzo económico, intentan tener unos días de vacaciones en los que hacen un paréntesis para olvidar que se levantan muy temprano para ir a trabajar o que tienen en pocas fechas ese examen en el que se juegan su futuro. 

Fíjense, en estas malditas horas de fuegos por toda la península donde esforzados bomberos o aquí miembros del Infoca, fuerzas militares de la UME, y un montón de voluntarios, sin descanso, trabajan para intentar mitigar las consecuencias de estos funestos incendios que un año más van socavando nuestra ya bastante mermada de vegetación peninsular.

Tenemos unas ciudades reventadas de turistas en las que su hacen esfuerzos ímprobos para que, entre otras cosas, se recoja la basura todos los días, funcionen las líneas de autobuses a las playas, la policía se afana en que todo transcurra con la normalidad suficiente…toda la gente arrimando el hombro.

Todas esas cosas pasan y, es verdad, la mayoría de las personas buscamos la felicidad en la tranquilidad de que vivimos en un estado de derecho, donde la democracia es algo más que una invocación a las urnas, donde cada uno y cada cual se esfuerza para que el común viva con felicidad y alegría.

Ese es el país que queremos…pero no, no es el país que tenemos. La mafia, sí la mafia, la misma que hemos visto en tantas películas de cine, en tantos libros, incluso la que intuimos, existe, y no es una mafia que esté escondida o, como en las películas, vaya amedrentando al personal con hombres con la cara picada de viruela, amplios abrigos, y gatillo fácil. No. Aquí la mafia es la que está introducida en los aparatos del Estado que hemos creado para vivir con felicidad y alegría. Está en la judicatura, está en las grandes empresas, está en la política, está en los cuerpos policiales y, como ya se demuestra fehacientemente, está en los medios de comunicación.

Lo que hemos escuchado estos días, lo de los audios del showman ―me niego a llamarlo periodista― Ferreras con Villarejo, el máximo dirigente de la UDEF y el presidente de un periódico, confirma que la voluntad popular, es decir el ámbito sagrado de la democracia, en España, está violentado. Los poderes económicos aliados con los otros poderes judiciales, administrativos, políticos y de comunicación, van decidiendo lo que ocurre en cada momento. Y, ojo, ese golpismo de alta intensidad, propiciado con la difusión de noticias falsas, bulos y montajes para acabar con la vida política de políticos de izquierdas y de paso modificar sustantivamente la voluntad popular, todo eso, que existe, ya lo hemos comprobado, y ahora sabemos que los grandes medios de comunicación ponen en sus principales terminales mediáticas a corruptos de la prensa, radio o televisión que están avergonzando, digo yo, a toda la profesión, donde hay gente, curritos de la información que se levantan bien temprano para darnos noticias veraces, contrastadas…

Y esa estafa a la ciudadanía no solo sucede en el panorama nacional, también en los ámbitos más provincianos ocurre, y por supuesto dando por hecho que, lógicamente, cada medio tiene todo el derecho a llevar su línea editorial; pero yo hablo de corruptelas, de cómo, aprovechando que en muchas ciudades algunos medios de comunicación son casi como el BOE municipal, se convierten en los muñidores de todo cuanto ocurre en el municipio, amedrentando a políticos locales que caen rendidos ante la amenaza de estos traficantes de noticias, llegando a acuerdo sórdidos, absurdos por un par de buenos titulares. Eso está ocurriendo, muchos lo saben. Otro día igual…Lo peor que hay es un político con miedo, aunque ese miedo sea provocado por la amenaza de campañas de bulos o malos titulares. Un político con miedo ante el chantaje periodístico es el fin de la democracia real.

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