Un acto de campaña de Ayuso.
Un acto de campaña de Ayuso.

“Nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”. Esto, que lo decía Michel de Montaigne, es algo que todos deberíamos interiorizar como verdad incuestionable: siempre habrá alguna ocasión en que seamos capaces de decir alguna tontería, alguna estupidez. No creo que nadie escape a esa realidad, por más que nos empeñemos en pensar que nuestras palabras son siempre intachables. Otra cosa es decir esas estupideces, como dice Montaigne, con énfasis, siendo o no consciente de que por más que digamos una tontería ésta no se convierte en algo importante o real, da igual quien seas. Lo que pasa es que si además de decir estupideces, eres también un ignorante, la cosa se complica, sobre todo si eres alguien de cuyas palabras y acciones dependen otras, te conviertes en alguien peligroso, o como decía Martin Luther King “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

Años, décadas, siglos, milenios lleva el hombre discurriendo seriamente sobre el significado de la palabra libertad, haciéndose presente en las disquisiciones de filósofos pero también en las personas más humildes. Todos podemos participar en ese debate y millones de textos, frases y situaciones históricas nos podrían servir para iluminar esta columna con ejemplificaciones de lo que podemos considerar libertad desde el punto de vista colectivo e individual ¿En qué consiste la libertad? ¿Es el mismo concepto para todas las personas o depende de su estatus social? ¿Puede existir la democracia sin libertad?, y lo más perentorio: ¿Somos libres?

En algunos artículos en este medio y en otros, he hecho mi aportación al debate sobre lo que es libertad e incluso me he atrevido a desmontar el concepto tal y como lo establecen los llamados “liberales”, precisamente porque su definición de libertad no acoge a todo el mundo, hablan sobre todo de libertad para hacer, más que liberales son libertarios al modo de los que en Estados Unidos forman esa farándula ridícula que asaltó el Capitolio

Todo esto puede parecer, y ser, muy abstracto, poco pegado a la tierra… Y ese es el error, eso es precisamente uno de los elementos discursivos del liberalismo: la libertad es algo poco elevado, es más sencillo y no necesita discusión. ¡Qué enorme error!

En la campaña electoral de la Comunidad de Madrid, la derecha ha puesto como eslogan de campaña, y como centro de su discurso, la palabra libertad, incluso se han atrevido a establecer una dicotomía entre votarles a ellos (libertad) o votar a cualquier otra opción (contra la libertad). Al establecer como elemento principal de su campaña ese concepto, la candidata Ayuso ha tenido que explicar, precisamente, que entiende ella por libertad… Y es entonces cuando volvemos a la cita de Luther King: “Nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.

Libertad según sus contestaciones a la prensa y a sus intervenciones en los mítines, e incluso lo que aparece en sus folletos de campaña, es, fundamentalmente, “hacer lo que le da la gana”.

No voy a señalar los ejemplos con los que adorna esa conclusión (tomar cervezas, no encontrarte a tu ex, ir a discotecas), lo importante, lo realmente ideológico es su “hacer lo que le da la gana”, toda una declaración de intenciones que no es nueva, solo hay que leer sobre la gestión de Trump en los Estados Unidos, solo hay que revisar las imágenes de los horteras que intentaron dar el golpe de Estado en el Capitolio, nada más hay que estar atentos a las palabras de los líderes de proyectos neofascistas en toda Europa.

Esa concepción libertaria más que liberal dicha por Ayuso se convierte en la aportación más insoportable de una adolescente mal educada que no respeta a nadie, y lo que es más grave: aceptan eso, como ellos dicen, sin complejos, no se ocultan… ¿gestión? Pues Madrid donde la fiscalidad en vez de ser progresiva (pagan más lo que más tienen), es regresiva (cuanto menos ganes, más pagas). Una Comunidad donde los alquileres son los más altos de toda España. Una Comunidad donde el gasto sanitario per cápita es el menor de todo el Estado. Una Comunidad donde, por ejemplo, en pandemia, se prohibió llevar a los ancianos enfermos de las residencias a los hospitales. Una Comunidad donde su Presidenta piensa que –y esto es literal como lo dijo- “si te llaman fascista es que estás en el lado correcto de la historia”.

En los noventa viví en Madrid, una ciudad bulliciosa, integradora, acogedora, progresista –y no estoy diciendo de izquierdas, digo progresista-. Espero, deseo que esa libertad es hacer lo que me dé la gana, se convierta en votos que le digan a esa opción que libertad es otra cosa: respeto, igualdad, solidaridad. Tantas y tantas cosas más importantes que esa libertad hostelera que vende esa pija mal educada. Ojalá.

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