La decepción

No perder la esperanza, eso nos hará cambiar, solo los malvados no tienen esperanzas, solo los destructores se abandonan a la decepción sin buscar nuevos caminos

La decepción. 'El tiempo vencido por la esperanza y la bellaza', de Vouet. Museo del Prado.
La decepción. 'El tiempo vencido por la esperanza y la bellaza', de Vouet. Museo del Prado.

Una de las sensaciones menos agradables que podemos tener es la de la decepción. Desde que San Pedro se cayó del caballo, tal y como se supone que ocurrió –aunque en la Biblia no aparece el dichoso caballo por ningún lado– allá por Damasco, la cuestión de la decepción viene relacionada con todo aquello que hemos hecho y que, por mor de nuestras expectativas, quedan opacadas con la fuerza y razón de la realidad. Las expectativas de que algo suceda, la posibilidad de que lo que prevemos que ocurra efectivamente pase, pueden ser altas, medianas, bajas...pero expectativas al fin y al cabo.

La vida es un continuo de expectativas que en casi todos los casos no respetan tu conocimiento empírico, todo lo más, según te haces mayor o muy mayor,  es tener ese atisbo de poner las cosas en su justo sitio, esa sabiduría de los años que atempera un poco que viertas posibilidades escasamente razonables sobre el presente y futuro. Y digo presente porque las expectativas no son solo una profecía de lo que va a ocurrir, es una constatación diaria de lo que sucede, por ejemplo, en la decepción amorosa, cuando sobreviene como consecuencia de un sucedido espontáneo, rápido, inmediato y sin más aviso, es una decepción sobre lo ocurrido no sobre las expectativas. Sin embargo, esa decepción amorosa también, cómo no, puede deberse a lo que es el paulatino desamor, esa perdida de fuelle, ese goteo por el sumidero del desapego.

Las decepciones, como las expectativas, son también motor de vida. No hay determinismo más feroz que el saber que las cosas, la vida, los aconteceres no son como pensabas, que la resiliencia tiene precisamente mucho que ver con la decepción, con ese jarro de agua fría que te deja huero, sin nada. 

La decepción tiene que ver con la melancolía, y la melancolía no es solamente un estado pseudo depresivo que busca en el pretérito lo que no tenemos en el presente. La melancolía es el recuerdo, el instante, el suspiro, la pasión. No hay melancolía sin decepción, no hay decepción sin un pasado alegre y afortunado aunque solo fuera en la imaginación. Nos decepcionamos, me decepciono todos los días porque todos los días acaban y no se pueden recuperar, es esa sensación de pérdida continuada, como la de ver crecer a los hijos y siempre añorar cuando eran muy pequeños y te procuraban toda esa adrenalina tan eficaz.

Es la decepción, la melancolía, los sueños cumplidos que no suplen los incumplidos, la conciencia de los errores cometidos que nos llevan a la decepción superior, la decepción de la que, ahora sí, no nos va calmando el tránsito de vida: la decepción con uno mismo. Claro que no se puede vivir permanentemente enojado, claro que no podemos tener permanentemente en conciencia cada error que cometamos por minúsculo que haya sido, como no se puede ser consciente de cada latido del corazón, de cada bocanada de aire que aspiramos o exhalamos. 

Vivimos en un momento difícil de la humanidad. No son buenos tiempos para la lírica... ¿o sí? El ser humano desde el principio de los siglos ha puesto en marcha el proceso de autodestrucción y da la impresión de que en este tormentoso siglo hemos sido capaces de acelerarlo. Los jóvenes ya no pueden engañarse pensando que vivirán mejor que sus padres y madres. Los viejos no pueden tener la conciencia tranquila de que hicieron todo lo que tuvieron en sus manos, por que no es verdad. La decepción hoy es un problema de conciencia y por tanto solo se podrá resolver si somos capaces de mostrar, nuevamente, nuestra capacidad para elaborar nuevos sueños, construir castillos de papel, imaginar mundos de hadas, que en este mundo no es malo. La decepción hoy es natural, lo urgente ha evitado lo importante y así nos va. 

Pero también hay otro elemento humano, otra sensación, otra característica que nos hace sonreír. Es como si tu equipo de fútbol tiene un mal día pero sabes que al final tendrá la oportunidad de ganar el partido. Es la esperanza. No perder la esperanza, eso nos hará cambiar, solo los malvados no tienen esperanzas, solo los destructores se abandonan a la decepción sin buscar nuevos caminos. Podrás decepcionarte, te podré decepcionar pero habrá nuevos caminos, nuevas expectativas falsas, nuevos espejismos en el desierto que te harán seguir impulsándote. Al final puedes decepcionarte pero no abandonar, eso nunca.

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