Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en una imagen de archivo.
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en una imagen de archivo.

En los últimos años, entre los asuntos más estrambóticos que se ha dado en la política española, es la intensidad del bombardeo de intenciones de determinados estamentos de la nación, y no solo institucionales, para que de verdad nos creamos de una vez por todas que somos todos unos niños, que tenemos mentalidad mágica, creen que somos como esos conspiranóicos que creen que en las vacunas hay chips, que los incendios forestales los provocan judíos con muy mala leche. Piensan que somos como niños y además que somos de entendederas cortas. Hay como una especie de confabulación de una parte del poder, y no solo del poder político, en trasladarnos sin ningún tipo de disimulo de que, perdonen la vulgar expresión tan poco dada en mí, somos gilipollas. (Ahora sí me podéis decir conspiranóico).

Es posible que dicho lo anterior, muchos de los que puedan leer esto, se lo tomen a mal y piensen que el único gilipollas que les queda a mano soy yo. Vale, no digo que no, pero permítanme ustedes que en pocas palabras les explique el porqué digo lo que digo. Hay muchas situaciones que confirman mi teoría, pero me voy a referir a una que es de una obviedad que asusta. Y por favor, discúlpenme por el apelativo, pero es que otros que se me ocurren son aún más feos y no quiero que piensen de mí que soy un malhablado (bueno un poco sí, pero no me lo tomen a mal).

Resulta que desde hace unos pocos de años hay un empeño indisimulado por hacernos jugar a un juego tramposo. Verán. ¿Sabéis lo que es el Cluedo? Es un juego de mesa que desde varias décadas ha hecho fortuna entre jóvenes y no tan jóvenes. Se trata de descubrir entre un montón de personajes a un asesino. Hacer de detectives para saber quién, como, cuando…es un juego que ya digo seguramente muchos de vosotros conoceréis.

El caso es que en el año 2013 salieron a la luz una serie de papeles con unos nombres de personajes relevantes de la política española que habrían cobrado irregularmente una serie de sobresueldos entregados en metálico en unos sobres. Bien, el juego ha ido consistiendo en que cada uno de nosotros, leyendo esos nombres, hemos ido descubriendo quienes eran los que cobraran esos dineros. Prácticamente dimos con todos, el Cluedo real lo teníamos bastante terminado, podría parecer fácil, pero no lo sería habida cuenta que los que en la vida real buscan a los malos: detectives del Cluedo, policías, jueces, fiscales…son muy intensitos y por lo visto no han terminado el juego, es más, a pesar de que la mayoría de la gente tiene claro quienes eran los personajes a señalar, nos dicen que no, y que no, y que no, y que no. Que no está nada claro. Es como si te preguntaran de qué color es el caballo blanco de Santiago y pusieran en entredicho que su color fuera blanco (y que hubiera fotos subidas a Instagram del puto caballo blanco, que tampoco lo admitirían) 

Éste que os habla ha participado y participa en otros Cluedos desagradables, y os aseguro que los que tienen que averiguar quién es el asesino, no dan ni una, es más, se lanzan a señalar culpable sin apenas comenzar el juego, sin apenas conocer las reglas del juego, sin hacer el más mínimo ejercicio de aquello tan práctico de utilizar el método científico para intentar hallar respuestas a preguntas. Por eso, porque por la experiencia que tengo en estos jueguecitos, donde la sospecha sustituye al estudio y conocimiento del caso, es por eso que me resulta tan extraño que siete años después quieran que sigamos jugando al Cluedo y aunque para el común de los mortales, el juego debió de terminar hace mucho tiempo, siguen insistiendo en que nos creamos que es muy difícil conocer, saber, sospechar, intuir, vislumbrar, entrever, presentir, aseverar, afirmar y asegurar quién puñetas es M. Rajoy. No me digan ahora que no creen que somos gilipollas. 

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