El catecismo

Pero es notorio que lo de los catecismos no se queda en el ámbito de las religiones, hay catecismo para todo y para todos. Fíjense en la política

Un instante de la misa tridentina en la capilla de los Remedios
Un instante de la misa tridentina en la capilla de los Remedios MANU GARCÍA

Toda religión tiene su catecismo. Todo dogma responde a todas las preguntas. Toda verdad descansa sobre su irreversibilidad. Francis Bacon, sin embargo, nos recordaba que “si un hombre comienza con certezas, terminará con dudas; pero si se contenta en comenzar con dudas, terminará con certezas”. No confundamos dudas con inseguridad, aunque también me producen dudas las gentes que dicen estar seguras de todo lo que dicen estar segura, aunque tampoco −todo en mí son dudas− se trata de hacer un nuevo dogma de eso que decía Sócrates “sólo sé que no sé nada” y, sin embargo bien nos irá si asumimos que nuestra verdad no podemos considerarla como absoluta y que en el deambular por la vida es más que probable que tengamos que cambiar de opinión. Habrá respuestas para preguntas, pero entonces te cambiarán las preguntas y habrá nuevas respuestas.

Tener un catecismo le ha venido bien, ya sabemos, a las religiones. Sus dogmas, como tales, no pueden ser ni puestos en duda y mucho menos negarlos con otro dogma. La religión es dogmática, sea la que sea, por definición y pecado original –que es un original pecado–.

Vivimos buscando certezas y aunque sea de manera “creativa” las encontramos en la religión. Díganme si no es creativo todo lo que tiene que ver con el mito de la virgen María, la paternidad de San José, transformar el agua en vino o lo que sea, de ese tenor, en cualquier religión. Creatividad y fe. Y para responder a las preguntas que podemos hacer nada mejor que un catecismo (recuerdo una pregunta que venía en el catecismo escolar: ¿cuales son las virtudes teologales? Fe, esperanza y caridad…) y si una pregunta no tiene respuesta es que la pregunta está mal formulada, y arreglado.

Pero es notorio que lo de los catecismos no se queda en el ámbito de las religiones, hay catecismo para todo y para todos. Fíjense en la política. Aplicar el catecismo, aunque suponga una rémora en el porvenir de las gentes. Tengo un dogma, el dogma está en ese limbo inmutable de las ideas como una caja de herramientas en la que tengo una especie de navaja multiusos tipo MacGiver que me sirve para todo. El dogma, preservarlo, es el objetivo. La praxis debe estar sujeta a lo que el dogma “ordena” en cada situación. Y la política tiene mucho de dogma cuando se hace inútil o contraria a los intereses de usted o de los míos. El purismo ese tan cultivado de cierta izquierda que –“antes muerta que sencilla”– prefiere quedarse en la contestación y el tumulto antes que hacer eficaz su presencia, que está basado en los mismos principios de la religión, se llame catolicismo, judaísmo, trotskismo...da igual, el catecismo habla por nosotros –ora pro nobis–, y el muera yo con los filisteos es algo propio no solo de Sansón que, en la izquierda exquisita, ese principio casi moral se cultiva con sorprendente facilidad, pregúntenle a Yolanda Díaz, que estará de dogmas hasta los pelos.

Esto del catecismo en la política es algo tan serio como la religión. Fe para no cuestionar lo incuestionable. Esperanza de que llegará esa arcadia prometida. Caridad con nosotros mismos. Son principios y ya sabe, querido lector, que como señalaba Marx, no Carlos sino Groucho “estos son mis principios, si no les gusta, tengo otros” que es algo que cultiva la derecha camaleónica. Viene en su catecismo: “haga lo que yo le diga pero no haga lo que yo hago”. Si en la izquierda caviar los dogmas son inmutables por definición, en la derecha da igual, el caso es tener un dogma que les sirva para arrojarlo a los demás, el dogma son sus intereses. Si la izquierda pura y dura manifiesta una incuestionable procrastinación con eso de dejar para mañana lo que se tiene que hacer permanente (la revolución of course), por el contrario la derecha es hiperactiva, hace y no deja de hacer, su dogma es mejor dejarlo todo atado y bien atado en cada momento.

La Religión y la política nos embridan para que no demos rienda suelta a lo que podría ser considerado salirse del tiesto, y si se ríen de la virgen del Rocío o del acento andaluz, salen con el catecismo a la izquierda y a la derecha porque, como nos advierte Platón, la risa es fea, obscena, transgresora de la armonía, vulgar. Pero como en cualquier dogma, en este caso solo es aplicado en una dirección: Nos ofende que hagan chiste de vírgenes y acentos pero nos encanta reírnos de lo que hacen otros o el cómo son otros. El dogma produce ofendiditos. Salía el presidente Moreno Bonilla indignado porque hacían los catalanes cuchufletas sobre nosotros, pero a la vez se pega una pechá de reír regularizando unos regadíos que solo van a servir para matar Doñana. De esas risas no se ofende ¡es el dogma!

Yo cada vez tengo menos catecismos y desconfío más en los que lo tienen, más que nada porque en la mayoría de los casos solo sirven para impedir que yo me ría de lo que me de la gana, hasta de mí mismo. Es mi dogma.

 

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