Los Arnaldos, columna de de opinión por Juan Bouza
Los Arnaldos, columna de de opinión por Juan Bouza

Ciertamente, desde la transición política de la dictadura franquista hasta la democracia que hoy disfrutamos (pónganle las comillas que queráis), precisamente para consolidar el régimen de libertades, la propia democracia ha tenido, como se suele decir, que comerse un buen montón de sapos. El fundamental fue, desde mi punto de vista, no lo de la monarquía, la bandera u otros símbolos, no, yo creo que el propio hecho de permitir que los perpetradores de aquel infausto régimen pudieran campar a sus anchas, sin responder de sus crímenes, sin ningún tipo de remordimiento ni empatía, fue el sapo tamaño enorme que hubo que tragarse: Militares del franquismo, policías torturadores, jueces salidos de las mismas entrañas del sistema corrupto…y se tragó, incluso de buena manera se consideró, así lo creo yo también, un éxito el que personajes tan importantes como todo un Vicesecretario General del Movimiento y Procurador de las Cortes franquistas, fuera uno de los pilares de esa transición, Adolfo Suárez. Se permitió un Partido Político heredero de la dictadura gestionado por uno de sus hombres fuertes, Manuel Fraga, y así podríamos hacer una lista enorme de personas que en un momento determinado tuvieron una epifanía democrática posiblemente necesaria para que gozáramos de libertad.

El título de esta columna se refiere a dos personas que por motivos aparentemente distintos son noticiables y, curiosamente también tienen en común lo de “Arnaldo” y sapos.

Arnaldo Otegui, etarra en su juventud, carne de celda en diversas ocasiones, justificador del terror de lo que Aznar, cariñosamente llamó, Movimiento de Liberación Vasco, secuestrador y agitador. Otegui, en los vaivenes y paseillos por distintas salas de la Audiencia Nacional con desigual fortuna, ha tenido distintas condenas, distintas absoluciones, e incluso hoy puede vanagloriarse de que desde Europa han anulado juicios en los que se le condenó de manera injusta y arbitraria. Pasado todo eso, habiéndose llevado varios años de su vida entre rejas, y según ha ido evolucionando él y los suyos, fue elemento fundamental en la desaparición de la banda armada y con ello posibilitador de lo que siempre en democracia debe ser un elemento a fomentar: defender las ideas sin violencia. Así fue y así está siendo. Balas por votos.

No me gusta Arnaldo Otegui, hizo mucho daño al pueblo español en general y al vasco en particular. No me gusta, pero su transformación hay que apoyarla y aplaudirla. Ha hecho, ni más ni menos lo mismo que Fraga Iribarne, que fue Ministro de Franco cuando la represión en las calles, en las comisarias y en las cárceles se cobraba vidas de españoles. No me gusta Fraga pero su transformación se apoyó y se aplaudió. Era un fascista pero, sin pedir perdón nunca, ni empatizar con sus víctimas, llegó a cambiar las balas por votos.

Hay otro Arnaldo, en este caso es apellido, su nombre de pila es Enrique y es juez, y desde hace un par de días, a falta de su toma de posesión, Magistrado del Tribunal Constitucional. Este Arnaldo está en sumarios como los que se derivaron de los casos de corrupción más importantes que afectan al Partido Popular. Lezo, Palma Arena. Es verdad, se archivaron, pero por prescripción de los delitos. Activo participante de las actividades, siempre bien pagadas, de la FAES, el artilugio de Aznar. Mientras fue Letrado en las Cortes incumplió su obligación de abstenerse de ejercer en litigios o cargos ajenos. Fue el que acompañó a Casado a la Universidad donde, el hoy líder popular, consiguió el milagro de sacar una carrera en meses sin dar un palo al agua.

Se llama Enrique Arnaldo, no es un juez independiente, ¿neutral? Ni de coña, ¡¿idóneo?! ¿Cómo va a ser idóneo un señor con tantos flecos legales y de honorabilidad? Es juez Magistrado del Tribunal Constitucional, es un nuevo sapo que se traga la sociedad española, nos lo tragamos.

Son dos Arnaldos, no me gusta ninguno de los dos, uno hace política y el otro también. Uno es independentista vasco ―son sus ideas―, el otro defiende los intereses de su bolsillo y los de la opción política que absolvimos del franquismo. Uno se ha llevado parte de su vida en la cárcel, el otro, a pesar de lo que se sabe, decidirá sobre qué es constitucional y qué no.

 

¿Cuántos sapos más tendremos que comernos?

 

 

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