Verano del 23. Jujuy

No me extraña que Milei se haya convertido en el centro de atención de la brocha gorda y Jujuy siga siendo un Estado de Argentina completamente ignorado

Palmera de La Caleta en el Verano del 23.
Palmera de La Caleta en el Verano del 23.

Cuando bajé del avión y abrí el móvil supe que unøs amiguøs no habían llegado a mi despedida de la noche anterior porque Rafa había tenido que ser operado de urgencia. Una de esas noticias que te dejan el cuerpo cortao, y que en nuestro grupo de guasap fuimos digiriendo entre todøs. El vuelo, qué ironía, fue demasiado rápido para mí y todavía estoy sufriendo un jetlag que suele atribuirse solamente a los vuelos intercontinentales. Un error, porque a pesar del calor en Lüneburg, y del sol, el shock no he podido superarlo todavía, tres días después.

Las inspiraciones de Cadi han dejado huella en mí. Diría que como siempre, diré que como antes nunca. Algo me permitió fundirme más con la ciudad real, que es la ciudad interior, fantástica, literaria, visual y diversa. Disfruté de una ciudad alumbrada por las ficciones borgianas, por las perspectivas sorollescas, chiricenses, goyescas y oteicenses. Buceé en toda esa deriva creadora de Lorenzo Cherbuy.

El modelo actual de turismo está acabando con el Planeta y con La Caleta. No solo se trata de las especies invasoras o los ejemplares aparecidos en su arena. Se trató también de esos seres humanos que teniendo toda la playa entera se sientan pegados a usted sin ningún tipo de pudor. Acepté que pudiera ser que yo me había sentado en las coordinadas, de toda la vida, de un vecino o vecina de La Viña, pero al día siguiente no volvía a aparecer, ni al otro. Personas que incluso se sentaban a un metro de ti y frente a ti. El modelo de civilización parece agotado, un modelo que sostiene el modelo de turismo. Cómo la pareja joven que viajaba detrás de mí en el avión haciendo un ruido infernal, como quien retuerce una botella de plástico: llegado un momento dije que ya estaba bien y la ofensiva fue “tengo un niño y no es una botella, sino un juguete”. No puede ser cierto, me dije, pero lo era.

No puede resultar extraño, entonces, que la bronca que quienes no saben cómo expresar sus malestares con el mundo sea votando a Vox, al PP o a la AfD alemana. Tampoco extraña que Javier Milei se haya convertido en el centro de atención de la brocha gorda y Jujuy siga siendo un Estado federado de la República Argentina completamente ignorado; igual que antes se ignoró todo lo que viene ocurriendo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde hace, al menos, un año. Es como si las ficciones de Borges hubieran impregnado los boletines informativos europeos. El relato ficcional de Europa sigue adelante y este vivir fuera de la realidad tendrá sus consecuencias: más consecuencias. El cultivo del eurocentrismo intensivo, para empezar.

Las vacaciones pueden ser también una ficción o pueden aportar luces a una realidad apagada o tal vez oscura. La ciudad de Cádiz esconde un pueblo blanco de su sierra tras sus calles, muros que esconden una belleza aun más hermosa. Las calles están pobladas de conversaciones y encuentros, la mayoría de las veces, enormemente agradables. Sigue habiendo rincones que ofrecen descubrimientos, lugares y personas que se quedaron en otros tiempos y hoy lucen modernos, actuales, eternos, y no a costa de su perjuicio económico tampoco. Otro modelo económico y de turismo es posible: uno cercano y no masificado o extractivo.

Yo iba a La Caleta temprano, por la mañana, en busca del inmenso teatro romano que ofrece su bahía con marea vacía, en busca de su olor a mar y del rumor de sus olas. Evitando un sol abrasador y maligno. Luego, seguía el día empezando con las primeras conversaciones del desayuno en la calle Rosario. Me doy cuenta de que ando con cuidado de no pronunciar lugares, no vaya yo a provocar una avalancha de personas. Tras el desayuno, me dejaba llevar por las calles y por la contemplación de un patrimonio, el de la ciudad de Cádiz, exquisito. La hora del vermú es parte de todo ese patrimonio, todo depende de cómo se vivan las cosas.

En este punto habrá quien piense: ahora la vuelta a la normalidad, a la vida cotidiana. Y no. Nunca se vuelve a ninguna parte si nuestra sensibilidad nos permite gozar de lo que está ante nuestros ojos, si nos hemos permitido el abandono de que lo que vimos y vivimos nos ponga alegres; que esa alegría, mucho más duradera que la felicidad, no nos devuelva a ninguna parte sino que siga refundando nuestras vidas. La ficción es también un motor de cambio, no es solo una diversión. Las mujeres españolas, con su selección de fútbol, son campeonas del mundo.

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