Cadi, pueblo blanco. PabloMtnezCalleja, 2023
Cadi, pueblo blanco. PabloMtnezCalleja, 2023

Como todos ustedes sabrán, gracias al descubrimiento del primer Aleph, pude establecer que el Aleph sería un triángulo. Ahora estoy en condiciones de asegurar que el tercer vértice de ese triángulo es Cadi. Caminar por las calles de la ciudad impide verla en su esplendor y realidad de pueblo blanco. Solo cuando se camina por la calle José del Toro puede llegar a abrirse una casapuerta, cuya escalera se irá transformando del mármol a la piedra con madera, y luego, cuando el azar lo quiera, en una solo de madera, angosta, encapsulada, al final de la cual podrá llegarse a la ciudad interior de Cadi. Sí, el Aleph había sido hasta ahora un lugar en el subsuelo, pero el azar que me llevó a las galerías de La cueva azul, me negó que de ninguna manera buscaba. Nada garantiza que el Aleph sea subterráneo, sino interior y de una luz inconmensurable. Todavía estoy realizando comprobaciones sobre la posición de Cadi en el triángulo de Alephs, teniendo en cuenta que los dos anteriores, el que declaró haber encontrado Jorge Luis Borges y el que yo mismo pude descubrir, se sitúan en la ciudad de Buenos Aires, y son dos cimientos en la raíz de su formación.

La Santa Cueva, de la calle Rosario, llena de magia, hasta el punto que Fortuna llevó allí a Francisco de Goya, a penas me mostró un bautizo ante su puerta, de mujeres con vestidos veraniegos y varones enfoscados en trajes oscuros de corbata. La Cueva del pájaro azul, en la calle de San Juan, devolvía una imagen de un Pemán, a pesar de que en ese sótano de Cadi esperaba con paciencia a los nuevos visitantes del puerto fenicio de Cadi. Devolvía una imagen, como decía, seguramente falsa, que ya se sabe que las cuevas ofrecen ocasión a los espejismos. No era Pemán sino Jean Cocteau, aunque una sombra negra nos lo susurrara durante nuestra furtiva visita. La embocadura de Magistral Cabrera, a la espalda de Santiago, ofrece una acogida entreverada de confusión, si se viene caminando desde el mar y se ingresa, momento en el que todo el fondo de la calle parece terminarse ante la hornacina faroleada, precisamente el momento en que la calle se abre, ancha y, sobre todo, larga inesperada.

Más confuso resulta, y no solo desde el último domingo, el futuro del callejón en el que nos vemos si caminamos por Osorio, y creeríamos que tuviera una continuación terminada en plazuela, donde muchas chirigotas de Carnavá tienen gran querencia de ir a cantar. Por más que se camine por la ciudad de Cadi y se tope uno con casi tantas procesiones como días tiene el año, no es el deseo ni la búsqueda lo que hará encontrar las entradas secretas de este pueblo blanco emboscado en sus calles llenas de placas conmemorativas y corbatas, a pesar del calor; un calor, por cierto, otra magia de Cadi, que no es tal la mayor parte del año.

No es el deseo sino Fortuna, diosa caprichosa, la que nos dará entrada a Cadi, eso que venimos en llamar casualidad. La casualidad de encontrarte a Antoñito en el pescao de la plaza, la casualidad de poder ver a nuestro pescatero abrazao a una corvina de la bahía; la sorpresa de volver a ver caminando a Borges tomándole la medida al Mundo por Feduchi o al marqués de Recaño llorando en la escalinata de su casa. El susto al ver que llega un coche y el conductor lleva un móvil en cada mano y conduce con los codos.

Nada de lo que usted vea o viva en Cadi es lo que parece. Si camina usted por la alameda creerá encontrarse, de pronto, en el Alster de Hamburgo, o viceversa; si recorre las calles de Montevideo no le extrañe que le parezca estar en Cadi; eso sí, no una tarde de procesiones.

Y si no tiene bastante no se pierda las dunas beduinas de Cortadura.

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Comentarios (2)

JOSE PECCI CHERBUY Hace 8 meses
Amigo Pablo la diosa fortuna, tan caprichosa, hizo de Cadi su templo y la rodeó de murallas y laberintos para núnca jamás dejar salir a las almas libres que por el azar de las olas y el viento cayeron en sus orillas.
JOSE PECCI CHERBUY Hace 8 meses
Amigo Pablo la diosa fortuna, tan caprichosa, hizo de Cadi su templo y la rodeó de murallas y laberintos para núnca jamás dejar salir a las almas libres que por el azar de las olas y el viento cayeron en sus orillas.
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