Utopía: sueño o realidad

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Hace algún tiempo leí, no se en qué página web, que en una conferencia a la que asistieron el director de cine argentino Fernando Aguirre, y el periodista e intelectual Eduardo Galeano, al parecer en una universidad colombiana, uno de los estudiantes que acudieron a la misma les preguntó: “¿Para qué sirve la utopía?”. Galeano con aire de desconcierto, inquirió una mirada a Aguirre para impulsarlo a contestar y Aguirre tomando la palabra, respondió: “La utopía es como el horizonte: sé que está allí, delante de mí, y también sé que nunca lo alcanzaré. Si yo ando diez pasos, el horizonte se aleja diez pasos. Se aleja a medida que yo me acerco. Pues la utopía sirve precisamente para eso, para que yo camine hacia ese horizonte”.

Con este comienzo, quiero hacer referencia a un artículo de Olivia Muñoz-Roja, titulado El lugar de la utopía en el siglo XXI, publicado el 29 de Mayo en el diario El País. Olivia Muñoz interpela a los lectores sobre la sociedad que nos gustaría vivir y que lo más probable que pensemos, es en una sociedad imposible de alcanzar, una sociedad “utópica”. La autora del artículo añade que “utopía y lo utópico es algo que sirven ante todo para descalificar una propuesta por su impracticabilidad y a su defensor por su falta de realismo”, alude además que la ciudadanía en general o en su mayoría, no desean propuestas políticas anquilosadas o difícil de cumplirse, por el contrario desean propuestas realistas y razonables, que no generen indolencia ni rechazo.

Pero al tiempo reconoce que lo que “caracteriza a la tradición utópica es, precisamente, su realismo”. En sus reflexiones piensa que no es baladí el acervo utópico que asigna al hombre la actitud de ejercer sobre su ámbito y cambiarlo. “Aunque busca pensar más allá de los límites convencionales del pensamiento social y político y dibujar la imagen de una sociedad buena, incluso perfecta, lo hace dentro del margen de lo posible, esto es, partiendo de las realidades psicológicas, sociales y tecnológicas existentes”, para ello utiliza el símil de las máquinas de volar, que hasta que no se produjo el hecho , la sociedad lo veía como imaginario, literatura haberlas haylas. ¿Pero qué son propuestas razonables? ¿Dónde está la línea de lo alcanzable y lo inalcanzable? Apunta Muñoz que se integraron como utopías conseguidas la abolición del trabajo infantil, la educación universal o la emancipación de la mujer. El nuevo escenario político que inauguramos nos ofrece la opinión de una ciudadanía que cree vivir en una  sociedad distópica y enquistada por la corrupción de sus políticos, al tiempo que demuestra estar dispuesta a cambiar los modelos preponderantes, por muy utópico que parezca.

Si la sociedad como planteaba el filosofo y sociólogo Bouman en una de sus conferencias, en lugar de metas de antaño, idealistas, magnánimas, solidaras y comprometidas, la utopía fuese hoy una huída hacia adelante sin objetivo delimitado, en la que se ejerce una huída del individuo que busca evadir la incertidumbre y alcanzar un grado de satisfacción máximo, mediante factores tan materiales como vestir mejor, tener un buen coche o una buena casa…. ¿Qué serían las propuestas que realizan Manuela Carmena o Ada Colau? ¿No se encuentran quizás, dentro de las reivindicaciones utópicas del siglo decimonónico? 

Puede ser utópico pensar en la aplicación de medidas anti desahucios, reestructurar la deuda o acabar con la especulación del suelo, proponer luchar contra la corrupción, la lucha contra la pobreza o concebir un modelo nuevo de políticas de viviendas… En definitiva, una sociedad más justa e igualitaria… ¡Pues claro que los sueños levantados actualmente, pueden ser realidades del mañana! A mi entender el imaginario utópico no está en horas bajas. Hace tiempo que no se vislumbraba un panorama urbano más implicado con la política y en la búsqueda determinante de un cambio social, lo demuestran las diferentes candidaturas populares que se han presentado a estas elecciones. “Traemos un mundo nuevo en nuestras manos”. Muñoz asegura que “la tradición utópica está íntimamente ligada a los orígenes del pensamiento de izquierdas” y no le falta razón, pues como ella afirma, son varias las  generaciones de pensadores y escritores que con sus pensamientos contribuyeron al utopismo con obras literarias y proyectos reales a pequeña escala, Fourrier, Cabet o Willian Morris, hasta el utópico Saint-Simos, son muestra de ello, -como bien apunta Muñoz- y que sirvieron para preparar un nuevo germen en los principios sociales.

Posiblemente Muñoz tenga razón en plantear la incógnita de si la izquierda actual sigue luchando contra la carencia de imaginación. Posiblemente y además lo comparta, pero no hay dudas de que algo se mueve, algo hace temblar a los pilares del poder, lo demuestra el nerviosismo con que se exhiben algunos partidos después del 24 de Mayo, modificando su lenguaje y sus ideas iniciales (algo lógico entre ellos). Nuestra obligación como ciudadanos está en crear utopías de hoy que sean realidades del mañana. Por tanto, al contrario de lo que piensa Aguirre, yo sí creo estar más cerca del horizonte. “La utopía deja de serlo, cuando se convierte en un fin”.

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