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Nos situamos en el año de 1882. Ya no quedaba nadie en la cárcel por la Revolución Cantonal de 1873. Bueno, nadie excepto Fermín Salvochea, que tras haberse declarado él mismo como único culpable, había sido condenado a cadena perpetua por un consejo militar.            

Fermín, tras pasar por otros penales, se encontraba cumpliendo su condena en el Penal de Vélez de la Gomera, en el norte de Marruecos, cerca de Alhucemas. Ésta cárcel, era una isla rocosa cerca de la costa, escarpada, de difícil acceso. Un sitio lejos del mundo, apartado de todo, donde no había nada. Un lugar ideal para hacer olvidar a las personas.., y sobre todo a su memoria.

Pero con Fermín Salvochea no lo iban a conseguir. Su gente, su ciudad, no podían permitilo. En Cádiz aún recordaban a aquel joven, que con apenas 31 años fue alcalde, que lideró el cantón, enfrentándose al ejército nacional y posteriormente auto inculpándose como único culpable de cuanto había sucedido. Es por esto, que el Ayuntamiento  de Cádiz tomó la iniciativa, y solicitó del Gobierno el indulto para Salvochea, el cual, de manera imprevista, fue concedido el día 22 de enero.

Cuando las autoridades de la cárcel trasladaron a Fermín el documento del Gobierno que contenía el indulto que se le había concedido, éste lo leyó tranquilamente, rompiendo el documento y arrojándolo al suelo. Aquel indulto se encontraba redactado “bajo las humillantes formas del perdón”.  Fermín no podía aceptar aquel indulto,  ya que si lo aceptaba, estaba, por un lado, estaba declarándose culpable, y por otro, estaba aceptando una medida de gracia de sus enemigos. Su dignidad iba mucho más allá. Fermín pensaba que le estaban concediendo como un favor algo que se le debía en justicia. Aceptar aquel indulto era doblegarse ante la misma autoridad que lo había condenado a cadena perpetua años antes. Prefería morir en prisión que aceptar un indulto humillante de sus enemigos. Su rectitud de conducta era inflexible, pues la revolución que soñaba así lo exigía

Así que tras rechazar aquel indulto, continuó Fermín en prisión.  Pero aquí no acaba la cosa, Pues a pesar de haber podido salir de la cárcel con todas las de la ley cuando le fue concedido el indulto,  Fermín decide fugarse de la prisión.  Podía haber sido libre cuando el indulto, pero no. Iba a tomar la libertad por si mismo.

Para ello, consiguió falsificar unos documentos, y pudo salir en un bote de remos hacía el norte de África. Una vez en tierra firme, fue asaltado por una cabila de bereberes, que le robaron el poco dinero que llevaba encima y el reloj, y lo llevaron por la fuerza a un pueblo cercano. Quiso la casualidad que el jefe de aquella cabila que había asaltado a Salvochea, fuese familiar de un joven magrebí al que Fermín en prisión había enseñado a leer y a escribir el castellano, además de haberle atendido de una enfermedad que le sobrevino en la carcel. En atención a esto, dispuso que le fueran devueltas todas las pertenencias y que se le facilitasen los medios para llegar a Tetuan, desde donde embarco a Gibraltar y de ahí a Francia….

Pero eso ya es otra historia.

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