Manuel del Valle, "La escombrera del amor".
Manuel del Valle, "La escombrera del amor".

Somos pocos, y dicen que cada vez menos. Si quitamos lo de "centro" y lo de "histórico", nos quedamos solo con un deseo, el de salvarnos de la desaparición, de la ruina y del olvido. Si quitamos lo de centro y lo de histórico, somos un barrio más de una ciudad cualquiera. Y en los barrios viven ciudadanos, con sus necesidades y sus derechos. A la hora de argumentar, eso es lo más importante, que vivimos personas en unas condiciones poco dignas.

Es una osadía caminar por ciertas calles. No sabes dónde hay mayor peligro, si en el cielo o en el suelo. Muros y tejados amenazantes compiten con suelos sucios e irregulares. A ciertas horas los gatos y las ratas dominan el viejo territorio. A lo lejos alguien dobla la esquina, un espectro quizás.

Lo importante son los ciudadanos, no los monumentos. No hay que confundir los medios con los fines. Es cierto: si el patrimonio se salva, quizás nos salvemos nosotros, porque es un gran atractivo cultural y turístico que puede atraer financiación. Repoblando se soluciona todo, dicen. Es verdad, si viviéramos aquí muchos más, todo cambiaría. El fin último somos las personas, porque queremos vivir mejor, con mejores infraestructuras, con mejor calidad de vida, y en igualdad de condiciones que otros ciudadanos. La conservación del patrimonio es un medio, no lo olvidemos. A veces puede dar la sensación de que el principal objetivo es salvar las casas y los restos arqueológicos.

Manuel del Valle, "La escombrera del amor".

Esto significa que el principal problema no es de conservación del patrimonio, sino de justicia. Claro que hay que conservarlo, nadie lo duda. Como vecinos, sabemos que el día que no quede nada, ningún palacio recuperable, quizás se olviden definitivamente de nosotros. Todo eso lo sabemos. Sin embargo, el problema de justicia es más profundo. Hace referencia a los derechos fundamentales y las necesidades básicas, como les ocurre a las zonas rurales despobladas. Hay que invertir esta dinámica negativa: si no hay gente, no hay comercio; si no hay gente, no vienen nuevos vecinos; si no hay gente, las instituciones nos olvidan. Y hay que romper ese círculo para que los que vivimos en este barrio no seamos ciudadanos de segunda categoría.

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