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Ya no tiene hueco el comentario machista en la barra del bar, ni el cuento de que existen muchas denuncias falsas.

Queda camino, por supuesto. Quedan batallas, qué duda cabe. Pero somos mejores. Somos infinitamente mejores que el rancio de media melena y corbata que salió al púlpito del Congreso. Somos mejores que su comentario machista y sus disculpas falsas. Somos mejores que su fachada de ego que oculta un pasado de serpiente, arrastrado en los lodos para subir el peldaño.

Esta sociedad se cansó, al menos una amplia mayoría. Ya no tiene hueco el comentario machista en la barra del bar, el consejo misógino del vecino en el ascensor, ni el cuento de que existen muchas denuncias falsas, miren las estadísticas, por favor. Los Hernandos sobran. Sobran en las redes sociales, los sábados por la noche, en la Real Academia de la Lengua, en la Iglesia, en los consejos empresariales y, por supuesto, en la política.

Si ofendió su frase, más dolió el “presento mis excusas” con la cara arrugada y la boca chica. Si jodió su recalcitrante y rancia actitud, más molestó que mujeres como Teófila Martínez se levantaran a aplaudir y vitorear las muestras obsoletas y malolientes de su portavoz y compañero de partido. Ya no hay hueco para la codificación, para ataques de masculinidad, para asociar cargo y relación extraprofesional, para sorprendernos por el rol, las formas y la solvencia de una portavoz. El machismo mata. Más incluso de lo que hizo ETA, más que cualquier organización criminal del mundo.

El machismo reprime, produce desigualdades, oprime y, sobre todo, generaliza y normaliza un comportamiento discriminatorio. No conozco a nadie que se considere machista, pero tampoco a nadie que se autodenomine racista. Están tan interiorizados estos comportamientos, se encuentran tan promovidos por los representantes públicos, que se toman con naturalidad y cuestan erradicarlo.

Por eso, somos mejores. Porque nos echamos las manos a la cabeza, porque queremos que se vayan, porque exigimos que no lastren más a una sociedad que pide y quiere igualdad. Y porque avanzamos, a pesar de los Hernandos.

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