Sobre la polémica por las azafatas del GP: un debate necesario para avanzar

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Ganemos ha hecho lo que tenía que hacer: abrir uno de esos debates de los que trascienden (a la vista está el eco nacional) y asumir que le lluevan palos demagógicos de todos colores.

Ganemos ha hecho lo que tenía que hacer: abrir uno de esos debates (a instancias de Podemos y otros siete colectivos feministas) de los que trascienden (a la vista está el eco nacional) y asumir que le lluevan palos demagógicos de todos colores por quienes son incapaces de ir más allá de un titular o por quienes defienden otros intereses espurios, generalmente partidistas. No debe culpar a la prensa, eso sí, de que la propuesta no sea debidamente entendida por un amplio espectro de la opinión pública, sino más bien a la ambigüedad inicial con que la comunicó. “Queremos acabar con la cosificación de la azafatas del Gran Premio de Motociclismo” es un estupendo brindis al sol que, no obstante, propicia el necesario debate sobre la conveniencia de erradicar la utilización de la mujer como florero. Pero hay que ir más allá. Es decir, hay que decir sin complejos ni ambages que hay que acabar con una figura denigrante (y una mujer sosteniendo un paraguas a un motociclista, o dejándose chorrear champán en un podio, lo es). Una práctica, desgraciadamente, que no es ajena a otros deportes y, en general, a nuestra vida cotidiana, ya sea en la publicidad o en los programas de televisión en prime time.

Como la prensa no permite que la realidad (el fondo de la propuesta en este caso) le estropee un buen titular, allá que nos lanzamos desde el primer medio nacional al último medio local a sostener que la medida de la agrupación de electores jerezana pasa por suprimir de un plumazo una figura que da trabajo (temporal y precario, eso sí) a un grupo de muchachas en los días de carreras en el Circuito de Jerez. Seguro que no debe estar en el sentir de Ganemos quitar trabajo a nadie, antes al contrario. En cambio, creo que quienes ponen el grito en el cielo ante esta moción gesticulan y sobreactúan como el delantero que cae en el área sin que el defensa le haya rozado, pero a sabiendas de que en este río revuelto todo se malinterpreta y ahí precisamente radicará su ganancia.

Ganemos ha hecho lo que tenía que hacer: abrir uno de esos debates de los que trascienden (a la vista está el eco nacional) y asumir que le lluevan palos demagógicos de todos colores

Salta a la vista que les interesa más generar una corriente contraria contra esta formación con vínculo podemita, acusándoles de “prohibir” (¿dónde estaban esos mismos opinadores cuando el PP aprobó la ley mordaza) y de querer “destruir empleo” (¿qué tienen que decirles a quienes nos gobiernan aquí y allá acerca de que la EPA arroje nuevamente una tasa de paro insoportable en nuestra provincia?), que por abordar el verdadero fondo del asunto. Este no es más que la necesidad de progresar y avanzar en una sociedad igualitaria en la que el machismo (el heteropatriarcado, si se quiere; es decir, ‘el sistema sociopolítico en el que el género masculino y la heterosexualidad tienen supremacía sobre otros géneros y sobre otras orientaciones sexuales’) quede desterrado total y definitivamente. Una sociedad en la que la mujer (como el hombre) trabaje cómo y dónde le dé la real gana, pero con toda las garantías de dignidad, en igualdad de condiciones, que merece como ser humano. Esos que ahora critican que se abra este necesario debate sobre la idoneidad de poner fin al papel de la mujer como mero objeto decorativo, probablemente sean los que luego se lamentan cuando aparece junto a un charco de sangre una nueva víctima de un crimen machista.

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