Sigo siendo el rey

Porque de tan campechano, de tan cercano, se puede decir incluso que quiso ser pueblo, acabó rompiendo la regla real: guardar la distancia

Fotograma del documental acerca del emérito 'Yo, Juan Carlos, rey de España' TVE.
Fotograma del documental acerca del emérito 'Yo, Juan Carlos, rey de España' TVE.

No sé si se han entero, pero, la reina de Inglaterra, ha muerto. Yo no la conocí, ni le tenía especial aprecio. Al día siguiente, visito a mi abuela. ¡Hay que ver lo poco que ha durado la reina! me dice. Mi abuela tiene 99 años. Isabel II no llegó siquiera a los 95. ¿Qué hizo la señora? Guardar la distancia para parecer cercana, repiten en tv. La frase es graciosa, porque lo cursi es gracioso. Conozco a uno que sólo lee a un columnista porque es muy cursi, dice que le hace reír mucho, aun en las antípodas de sus ideas. Hay humoristas inconscientes, como hay correctísimos descorteses. La reina de Inglaterra parecía un poco cursi, con sus zapatitos de charol, sus sombreritos y su perrito falderillo. ¿Quién heredará sus sombreritos? me pregunta mi abuela con sorna. Porque como sabrán a estas alturas, tanía más de 5.000. Respecto a la cortesía de la reina, no sé yo. Imagino que la cortesía no es cosa de reyes. Resulta curioso esto de la monarquía ¿no? Aquí estamos todo el día dándole vueltas a la pobre señora, la cual supo ser distante para ser apreciada. 

En Sin Perdón (Clint Eastwood, 1992), Richard Harris hace de Bob el Inglés, que llega a la ciudad cortejado por un periodista que ingenuamente cree todas sus historietas. ¿Recuerdan la escena? Es en un tren. Un viajero, periódico en mano, lee en voz alta el titular del asesinato del Presiente Garfield y barrunta, entre exabruptos yanquis, si no habrá sido uno de esos malditos ingleses. Bob se gira, y rechaza la posibilidad con británica cortesía, aclarando, que según parece, el presunto asesino, es un caballero de origen francés. Bob, que es de esos odiosos por exceso de cortesía, sugiere que los jóvenes EEUU deberían elegir mejor a un monarca, porque, “nadie está dispuesto a disparar a un rey o reina. La majestad de la realeza ¿entiende?”.

Cuando Bob el Inglés dice realeza, debemos entender distancia. Así, nuestro emérito rey, se ha ido a Abu Dhabi, a ver si recupera algo del respeto perdido. Porque de tan campechano, de tan cercano, se puede decir incluso que quiso ser pueblo, acabó rompiendo la regla real: guardar la distancia. Se dejó fotografiar incluso con unas pinzas de barbacoa, con la gorra para atrás, camisa de cuadros celeste, bañador amarillo fosforescente, junto a una parrilla. ¡Por dios! Le faltaban los dos litros de cerveza vacíos a sus pies para parecerse a uno de mis amigos. Yo, de todas formas, entiendo al rey. La vida de un monarca, tan solitaria y aburrida, debe ser insoportable. Un rey, en sus momentos de debilidad, sueña con ser uno de nosotros, uno cualquiera, que vive sus días y sus preocupaciones vulgares felizmente acompañado. Sólo un personaje antipático debe disfrutar esa vida distante.

 

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