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Se um dia alguem perguntar por mim” di que ando feliz en Portugal.

Parafraseando a los hermanos Sobral aprovecho para declarar que Portugal sería, aparte de la ciudad que me vio nacer, el único lugar donde podría vivir sin sentir añoranza a la tierra. Si un día tuviera que huir -quiera Dios que nunca suceda- escaparía a tierras lusas donde jamás sentí el peso de esas fronteras y peajes transparentes que impone el hombre...

Porque siento Elvas tan mío como Badajoz, porque sus azulejos azules hablan del cielo de mi Andalucía, porque su melancolía es la que tenía mi abuela Ana antes de morir, porque en sus cárceles -como sucede en este rincón de Cádiz- habitan hombres y mujeres buenos pero con el triste devenir de los desheredados, porque en Portugal se canta con el alma y no con el sexo, porque Lisboa tiene siete colinas sagradas como tiene Jerez, porque en Oporto se puede comer con las manos, porque las semillas de nuestros bosques y campos desembocan en sus playas.

Vivir Portugal porque se me hace la boca agua al pronunciar Douro, porque en la Avenida da Liberdade de Albufeira amé, porque su vino verde es tan rojo como el nuestro pero todavía no se han cansado de vestirlo de esperanza, porque hablamos -ellos y nosotros- sintiéndonos dueños del mundo y al mismo tiempo esclavos de nuestras palabras, porque aunque haya un Romance que narra grandes guerras entre España y Portugal sé que jamás volveremos a chuparnos la sangre los unos a los otros, porque cuando me levanto en Tavira o en Sintra hago lo que siempre hago desde que tengo uso de razón... dar las gracias por existir.

Se um dia alguem perguntar por mim” sólo tendrías que recordar que me busquen en Portugal, en la vereda de la carretera estrecha que lleva a Évora, bajo la capa del estudiante de Coimbra o en la tibia sombra del naranjo dulce de Serpa.

Porque el anciano varado en la entrada de cada pueblo podría ser mi tatarabuelo, porque nuestros pobres de Andalucía y del Algarve del lejano siglo XV ya fueron juntos a descubrir tierras nuevas, porque el café me sabe igual, porque he visto a hombres que lloraban como mujeres y mujeres que hacían de hombres, porque hubiera podido vivir un siglo en aquella habitación de marineros junto al puente de Luis I, porque no se ahogan con sus tormentas sino que las cantan como aquí se escupe la pena por seguiriya..., para que nadie muera de dolor.

Portugal..., sin un día no sabes de mí.

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