Ser un hombre feminista te complica la vida

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

El actor, director y feminista estadounidense Justin Baldoni.
El actor, director y feminista estadounidense Justin Baldoni.

No escribo para compadecernos, para que nadie lo haga, ni se solidarice con los hombres que nos declaramos feministas. Escribo por la necesidad de contar mi cambio.

Una amiga me hace llegar el texto de un monólogo que le han dado a su hija en un colegio público de Sevilla. Cursa sexto de educación Primaria. Me gustaría reproducir el texto pero es demasiado largo, así que intentaré resumirlo. Se titula El monólogo del Superhéroe, y trata de niño o una niña a la que le gustan los superhéroes: Batman, Spiderman, Supermán, pero cae en la cuenta de que ninguno es español. Y entonces se le ocurre proponer como superhéroe al Ratón Pérez. Una a una analiza las cualidades que ha reunir un superhéroe, para ir descartando a los extranjeros, y quedarse con el español: valentía, identidad secreta, poderes, traje de superhéroe y novia. Y llega a la conclusión de que el Ratón Pérez les gana a todos, entre otras cualidades porque tiene una novia, la Ratita presumida.

Cuando leí este texto monté en cólera porque no entendía cómo en un colegio podían seguir enseñando con textos así. Textos que reproducen roles y estereotipos de género, que empoderan lo masculino, marginan lo femenino, y cuando aparece una mujer, es como un valor del hombre, la novia del superhéroe, con el diminutivo de ratita y el rol de presumida. 

Lo comenté con mi amiga, y me dijo que aún viendo que el texto era algo sexista, no creía que el profesor fuese machista, aunque sí le faltaba cierta visión de género, y en su defensa, me dijo, que en otras ocasiones había usado textos referentes a mujeres. Le dije que no se trataba de sacar textos de uno u otro género y sí de no seguir difundiendo contenidos tan manifiestamente sexistas, que ven y enseñan el mundo solo desde la mirada de los hombres. 

Me contó mi amiga que nadie de la clase había protestado o hecho comentario alguno sobre el texto. Que todos y todas lo habían aceptado con normalidad.

Y fue escuchar la palabra “normalidad” y venirme de nuevo la sensación de ser un tipo raro. Alguien que no soporta el más mínimo comentario sexista, que se quiere salir de los grupos de WhatsApp porque siempre se cuela una broma o una foto de mal gusto y poca gracia, que a todo le da una especial transcendencia, y que no ve nada más que ve el lado sexista y patriarcal de la vida. Un hombre en continúa pelea consigo mismo, por no pensar y hacer aquello para lo que ha sido programado, un machista.

Y me entraron esas perversas dudas que te frenan haciéndote retroceder, de sí no estaré yendo demasiado lejos con esto del feminismo.

Ser feminista hoy no es una tarea cómoda para un hombre, uno tiene que comenzar a construir y de-construirse, a tomar conciencia de la posición de ventaja que como hombre ocupa respecto a las mujeres, y a renunciar a todas las prebendas que de esa posición de superioridad se derivan, y eso cuesta. 

Porque ser un hombre feminista significa tener que dar valor a un mundo, el femenino, del que huimos y al que menospreciamos. Comenzar a gestionar y expresar nuestras emociones y sentimientos sin dependencias, hacer todo aquello que no hacemos, y bajar a la arena de las dificultades.  

Supone la incomprensión y las risas de los hombres, y el recelo de muchas mujeres, Que hablen y piensen que somos raros, amanerados, homosexuales, calzonazos. Dejar el traje del victimismo, y ponernos el mono de la empatía para comprender lo que les sucede y lo que nos pasa. Convencerte de que el sexo no es perverso, y que sí lo es, lo es solo en tú cabeza, ser más modesto e infinitamente menos imbéciles, y dejar de creer que somos “machos” capaces de satisfacer a cualquier mujer, que ellas lo están deseando, y que nos desean. 

Significa perder poder y que ellas se empoderen. Mosquearte con los amigos en el desayuno y tomando cervezas, por no aceptar más bromas ni comentarios sexistas, e incluso asumir que piensen y digan que has dejado de ser uno de ellos, un hombre. 

Supone ponerte el delantal de la igualdad y empezar a preocuparte por la organización del día a día de la vida diaria familiar. Conocer el nombre de los tutores de tus hijas en el colegio y el instituto, pensar en la cena y el almuerzo del día siguiente, los batidos para el desayuno, la logística y necesidades de la despensa doméstica, las fechas de las vacunas, el médico, guardar la ropa de invierno y sacar la de verano. La plancha, las pastillas del lavaplatos, el tomate frito, los programas de la lavadora, las tareas de cuidados, limpiar el inodoro, y estar pendiente de la comida del perro. 

Que el trabajo, el coche, la bicicleta de montaña, el futbol, los amigos, y los deportes, no sea una prioridad y pasen al terreno de lo subordinado. Admitir que la realidad tiene más visiones y la de las mujeres es tan válida e importante como la nuestra. Es aceptar que el mar no se abre y el mundo no se hunde porque lleves el carro de la plaza, o subas a tender a la azotea, y que los vecinos y vecinas te vean, y que no eres ni más ni menos importante por hablar más que ellas en público, o dártela de que entiendes de casi todo.

Ser un hombre feminista es enviar la virilidad a la papelera de reciclaje, reiniciarnos y actualizar nuestro obsoleto sistema operativo una y otra vez hasta funcionar. Reconocer nuestras equivocaciones, y abandonar esa innata tendencia nuestra a la queja y el lamento. Es admitir que te queda un mundo por aprender. 

Significa apoyar la lucha por la igualdad de las mujeres, y promover el cambio de los hombres, sin perder de vista tus orígenes, la clase trabajadora a la que perteneces, y la perspectiva de una sociedad más hermosa y mejor.

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