Ser comerciante al detalle

Parece razonable no perder de vista que las condiciones del trabajo deben serlo tendentes al bienestar común

Protesta de los comerciantes contra la apertura en festivos.
Protesta de los comerciantes contra la apertura en festivos.

En Sevilla vuelven a la calle los comerciantes de proximidad por la desregulación de horarios. El problema no parece que vaya a tener nunca solución. La aparición de los grandes almacenes, cosa de finales del siglo XIX, en realidad, modificó definitivamente los hábitos de consumo, que se globalizaron con la aparición de los grandes almacenes en el Río de la Plata o en ciudades tan insospechadas como Tarija, Bolivia. A partir de ese momento nunca más se pudo comprender el comercio al detalle fuera de la batalla entre los pequeños y medianos comerciantes y las grandes galerías o almacenes.

Esta rivalidad es absolutamente actual y son los medianos y pequeños comerciantes quienes una y otra vez se quejan de las ventajas que se les otorgan a los grandes en contra de sus intereses. Interesante es aquí, además, considerar dónde quedan los intereses sociales y las famosas leyes del mercado, así como la necesaria intervención del Estado para que esos mercados funcionen con equidad. Nadie olvide que las leyes anti monopolio u oligopolio existen para garantizar un mercado que no funciona solo sino con garantías y controles. Para los menos avisados decir que fueron los Estados Unidos de América los que establecieron las primeras leyes antitrust, antimonopolio, y que datan de 1890.

Los comerciantes sevillanos salieron a las calles a pedir las leyes de 1890, digamos, en el sentido en que sienten, como los catalanes, los valencianos y otros cuantos más, que el pequeño comercio termina muriendo por la liberalización de los horarios comerciales, según opinión muy extendida, aplastado por los grandes almacenes, las grandes cadenas de franquicias y, también, los cambios en los hábitos de consumo hacia el consumo digital. Algo conviene, además, resaltar: la caída del consumo tiene que ver con una nueva conciencia en el consumo, aunque parezca que todo se redujera a la potencia de gasto de las familias.

Los comerciantes al detalle tienen realmente pocas posibilidades para competir con un comercio de gran dimensión que maneja oficinas de compras mundiales y ofrece más precarias condiciones de trabajo, tema recurrente en las protestas sindicales cuando los neoliberales insisten en que el empleo aumenta con la liberalización de horarios. Otro de los argumentos utilizados por el neoliberalismo suele ser que España estaría retrasada en relación a Europa, y para este asunto Europa es Portugal, Italia, algún escandinavo y el este europeo. ¿Y Alemania, no les sirve aquí?, ¿por qué? Porque los domingos son sagrados, por ejemplo.

La realidad es también la sensación de la realidad y varias periódicos, digamos conservadores, insisten en publicar que el 93% de los pequeños y medianos comerciantes creen que la liberalización los destruye, y añaden que necesitan ayudas del Estado y formación para actualizar el comercio de proximidad.

Llevamos décadas con esta discusión sin futuro, a pesar de que un cierto futuro si que lo hay, aunque no exageremos: muchas iniciativas para fundar nuevas tiendas de proximidad con valor añadido como la originalidad de los productos o de los servicios triunfan porque son pocas, así como la reaparición de determinadas artesanías y oficios manuales de reparación. La situación del comercio al detalle es crítica también porque existe la saturación, aunque a los defensores de este sistema de capitalismo extractivista les parezca que la saturación no existe, en su fantasía de que la expansión capitalista es infinita. No lo es, ni por la capacidad de consumir ni por la capacidad de producir, además de que el experimento de capitalismo extractivista ha traído al Planeta al colapso: el cambio climático, la pobreza sistémica, la contaminación de las aguas y las tierras son producto de esa idea de la posibilidad de un consumo ilimitado e infinito.

Precisamente otra de las consecuencias de este modelo de consumo es que hay demasiados mostradores ofreciendo productos, razón por la cual los comerciantes, todos, piden ayudas o subvenciones al Estado porque por sí mismos no se pueden sostener.

Rediseñar el comercio al detalle no resulta posible, aunque en realidad se viene haciendo desde siempre mediante subvenciones, ayudas estatales, exenciones de impuestos, etc. ¿Qué hacer, entonces, ante la situación actual?

Sí parece razonable derogar las leyes de liberalización de horarios comerciales, aunque solo sea como garantía antimonopolio u oligopolio. También parecería razonable exigir unas condiciones de empleo y salario semejantes, para que todos pudieran competir en igualdad de condiciones. Por último, parece razonable no perder de vista que las condiciones del trabajo deben serlo tendentes al bienestar común.

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