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Desgraciadamente el sistema educativo español hace aguas por muchos sitios.

Este pasado mes de marzo hemos sido muchos los padres que hemos tenido que decidir a qué centro escolar nos gustaría que asistiesen nuestros hijos el curso que viene. Y digo “nos gustaría” porque tal como está montado el sistema no siempre acabaremos todos contentos y con los niños en el centro escogido como primera opción. No voy a entrar a cuestionar la lógica (¡tan ilógica algunas veces!) con la que se hace la distribución de zonas atendiendo a la proximidad de los colegios, el seguimiento de los posibles fraudes o la manera de resolver estos casos muchos años después sin tener en cuenta lo que esto supone para los niños implicados. Todo me parece tan vergonzoso que acabaría encendiéndome. Esto no es más que otro de los muchos aspectos a mejorar en un sistema educativo que en algún momento de nuestra historia fue moderno.

Desgraciadamente el sistema educativo español hace aguas por muchos sitios. Y lo digo con pesar porque me consta que hay un montón de docentes que a pesar de tenerlo todo en contra pelean cada día y trabajan para que el panorama cambie. Es complicado cuando no todos reman en la misma dirección y a nivel institucional sea por la crisis o por falta de voluntad miran para otro lado.

Pero las cosas pueden ser de otra manera. El modelo educativo finlandés, Howard Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples o modelos no anglosajones y más próximos (Montessori, Tonucci o Malaguzzi) se han convertido en el referente pedagógico de algunos centros o maestros que quieren estar en la vanguardia. A lo mejor sería interesante buscar modelos todavía más cercanos por haberse desarrollado en España. Esta semana leía un artículo interesantísimo sobre Giner de los Ríos y todo lo que se generó alrededor de él. Empezaba precisamente comentando esta tendencia a mirar hacia fuera cuando en España se habían desarrollado experiencias educativas pioneras que además tenían más que ver con nosotros. Me pareció todo tan actual y moderno que no tuve más remedio que leer más sobre el tema. Masoquismo por mi parte en una semana en la que en casa muchas conversaciones han girado alrededor del tema-escolarización y el duro trance de escoger entre las opciones para que una hija curse la secundaria, con la incertidumbre de lo que podría ser  (y querríamos que fuese) y lo que luego será porque el sistema así nos lo imponga.

Ahora los centros educativos preocupados por la ecología, por la arquitectura y el mobiliario, por cuestiones éticas y no sólo por la productividad, por la educación emocional con una enseñanza que también tiene en cuenta los afectos, se consideran líderes en la renovación pedagógica. Esto ya lo hacía Giner de los Ríos desde la Institución Libre de Enseñanza y entonces sí que era novedoso y moderno.

La Institución Libre de Enseñanza fundada por Giner de los Ríos, surgió como una universidad privada, ajena a lo institucional, que no cuajó en un principio. Se centraron entonces en la enseñanza primaria y secundaria (Antonio Machado sería uno de sus alumnos), entre las que por cierto no había separación porque la formación se consideraba un proceso continuo. Es muy interesante que su metodología y su filosofía llegaron a calar en una serie de organismos públicos. Podrían establecerse ciertos paralelismos entre lo que sucedió entonces en España con la reciente reforma educativa del hoy considerado “ideal” modelo finlandés.

De aquel germen surgieron el Museo Pedagógico Nacional, la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (precedente del CSIC dirigido entonces por Ramón y Cajal), el Centro de Estudios Históricos (dirigido por Menéndez Pidal), la Residencia de Estudiantes, las Colonias Escolares de Vacaciones o las Misiones Pedagógicas. Todo ello contribuyó a que surgieran generaciones brillantes ligadas al proyecto original de Giner de los Ríos, que vinieron a revolucionar el panorama cultural e intelectual del momento.

En la Institución Libre de Enseñanza había una relación muy cercana entre los maestros y los alumnos, cada alumno no tenía libros sino un cuaderno para trabajar, no existían los exámenes memorísticos y se promovían las salidas del aula como herramienta de aprendizaje. Era una escuela activa, que ponía en valor el método científico y defendía la formación integral del individuo, sin centrar el foco sólo en la inteligencia verbal o matemática, sino en todos los ámbitos que conforman la personalidad del ser humano (algo que tiene mucho que ver con las inteligencias múltiples de Gardner). Se cultivaban por igual las ciencias y las humanidades y lo que es más importante el diálogo entre ellas. Las artes, especialmente la música, formaban parte del programa escolar. La Institución fue pionera en la enseñanza de idiomas y en la práctica de deportes. Me ha recordado tanto a las propuestas de algunas corrientes pedagógicas “modernas” que no me extraña que a Francisco Giner de los Ríos se le haya llamado el “primer español moderno”.

Decía Giner de los Ríos que “un día de campo vale mucho más que un día de clase”. El respeto y disfrute de la naturaleza es una de las ideas que vertebraba su proyecto educativo. Y ahora acercarnos al campo para combatir el tan de moda síndrome TDN (Trastorno por Déficit de Naturaleza) nos parece un invento revolucionario cuando en España ya se trabajaba en ello hace más de un siglo. Estaba preocupado además por la arquitectura escolar y porque el mobiliario  en los colegios fuera el adecuado para poder trabajar bien los proyectos. Una cuestión que sigue sin resolverse a estas alturas.

Actual, moderno, inspirador. Me quedo con esta frase de Giner de los Ríos, mientras sigo dándoles vueltas a cuales son las mejores opciones dentro de nuestro cuadriculado sistema educativo. Mientras pienso en que España perdió el tren y ha desaprovechado una cuantas oportunidades para subirse de nuevo a él. Mientras lamento tantas reformas fallidas. Mientras espero a que PISA nos pise otra vez.

 

“Lo que más necesitan, aun los mejores de nuestros buenos estudiantes, es mayor intensidad de vida, mayor actividad para todo, en espíritu y cuerpo: trabajar más, sentir más, pensar más, querer más, jugar más, comer más, lavarse más, divertirse más”. (Giner de los Ríos, 1887)

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