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¿No sería mejor ir sustituyendo las señales de tráfico por otras que indiquen y guíen los itinerarios peatonales de las personas que nos visitan?

No, no me refiero a la película dirigida por M. Night Shyamalan sobre las marcas que aparecieron en los campos de maíz americanos y que resultaron ser señalización extraterrestre, sino a la campaña que desde la delegación de movilidad se ha iniciado para renovar la señalización del tráfico de la ciudad y que ha comenzado por algunas zonas del centro histórico. Sin ir más lejos, hace pocos días estaban haciendo ese trabajo en el reducto de nuestra catedral, propiciando que el primer templo de la diócesis pueda ser fotografiado con una enmarcación de dos señales de prohibición de parar y aparcar con su dibujito de la grúa debajo y todo. Aún no entiendo —bueno, mucha gente en realidad no lo entiende, como es normal— cómo todavía se permite la circulación de vehículos sin restricciones por un lugar tan emblemático como ese o cómo se puede seguir mirando para otro lado cuando a la salida y entrada de los colegios aquello se convierte en un parking caótico y desordenado en el que cada cual aparca donde quiere, como quiere y cuando quiere. O sea, que para colmo esas señales, además de ser antiestéticas y estar más que desubicadas, no sirven absolutamente para nada. Porque, claro, para que las señales tengan el efecto deseado tiene que venir la autoridad y obligar a que se respeten. Y eso en Jerez como que no, pero ni con las señales ni con nada.

¿No saldría gratis despejar la zona de señales y prohibir de una vez por todas la circulación de vehículos como se hace en todas las ciudades mínimamente civilizadas? ¿Cuándo se van a atender las apreciaciones de los arqueólogos que dicen que las vibraciones del tráfico están provocando daños en la torre de la catedral? ¿No sería mejor ir sustituyendo las señales de tráfico por otras que indiquen y guíen los itinerarios peatonales de las personas que nos visitan? Y es que manda narices que esos turistas a los que se pretende seducir y fidelizar lleguen al reducto de la catedral, sepan que hay circulación de coches que no pueden ni parar ni estacionar (en teoría), pero que desde allí no haya ni una indicación para llegar al Museo Arqueológico o los baños árabes, por ejemplo. Como se diría por aquí, ¿qué jechura de imagen se está exportando?

Pero es que no queda ahí la cosa: bajas el reducto y tomas dirección a plaza Belén y, ¡tatatachán!, por si fuera poco el espectáculo dantesco del edificio apuntalado de la calle Barranco y las casas de propiedad municipal arrumbadas en esa misma vía, tenemos que aguantar aceras ocupadas por los coches de la comisaría de policía, por supuesto acotada por sus correspondientes señales. O lo que es lo mismo: se obliga a las peatones que pasean por allí a tener que bajar de la acera y coger por medio de la calzada, pero por el medio de verdad, porque también los márgenes de la misma están ocupadas por coches. Pero no queda ahí la cosa: toda la plaza del Arroyo con sus conos naranjas, vallas amarillas y señales por doquier, aderezado todo con la infame zona azul, un tráfico inasumible y coches en doble fila, es una oda al desastre, a la nula planificación de los espacios públicos y la inexistente voluntad que los políticos de esta ciudad muestran por comenzar a arreglar las cosas en el centro histórico. Y ahora tenemos que confiar en los mismos que permiten todo esto para que regulen y controlen los abusos de las terrazas de los bares. Vergonzoso, simplemente vergonzoso el aspecto que tenemos que presenciar los de aquí y digerir los que desde fuera nos visitan, porque creedme si digo que esas imágenes no son en absoluto fácil de comprender en estos tiempos, afortunadamente.

Paralelamente que se anuncia un plan de movilidad y peatonalización en el centro histórico se renuevan las señales que permiten la circulación de vehículos. Hubiera sido una declaración de intenciones ideal el haber peatonalizado inmediatamente toda la zona del reducto de la catedral, quizá así nos hubieran dado pie a comenzar a creernos algo de lo que dicen que van a hacer. Y es que no nos podemos creer nada cuando las señales indican la dirección contraria de aquello que se pregona.

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