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Mi madre tiene 88 años de los cuales solo dos o tres fue al colegio a aprender las cuatro reglas. Sin embargo es capaz de contarte los episodios más duros de su vida, y también los más felices.

Mi madre tiene 88 años de los cuales solo dos o tres fue al colegio a aprender las cuatro reglas. Sin embargo es capaz de contarte los episodios más duros de su vida, y también los más felices, con una pasión que te engancha. Viendo el cara a cara Sánchez-Rajoy me acordaba de esa soltura verbal con la que ella se comunica, de la convicción con que te cuenta sus historias y de su capacidad de hacer acotaciones y elipsis para volver a la trama principal del relato y mantenerte embelesado hasta el final. ¡Uff..., si tuviera estudios!

MI madre es de las que ha “disfrutado” las excelencias de las políticas sociales del PP por las cuales los jubilados han visto subir y subir sus pensiones… En su caso, una no contributiva que se ha multiplicado razón de 1,50 € al año, con lo que de 333,25 que cobraba en 2011 ahora casi roza los 340 €. ¡Qué grande eres, Mariano!

También tengo otros allegados que han disfrutado de estos cuatro años de exquisitez popular al mando de Rajoy. Eran compañeros que tenían un trabajo y una vida que la reforma laboral se ha llevado por delante en un plis plas… Ahora son profundamente desgraciados, especialmente los que pasan de los cuarenta, porque ya han agotado las prestaciones y no saben adónde ir. Y ni te cuento los que, además de hijos, tienen un padre o una madre con Alzhéimer y no disponen de una plaza pública en una residencia en la que les puedan atender. Por no hablar de mujeres divorciadas que a duras penas cobran la pensión alimenticia.

Las evidencias demuestran que cuando un presidente piensa que los votantes somos tontos le quedan un par de telediarios para coger el petate. Ayer, escuchando a este hombre absurdo, de gestos absurdos, argumentos absurdos y absurdo en sí mismo, llegué a la conclusión de que vivo en un país absurdo. De otra  manera no se entiende que el absurdo presidente siga saliendo en las encuestas como virtual ganador aunque pierda 80 escaños.

Comprendo que toda la masa de beneficiados por esa forma de ejercer la política, donde lo público se pone al servicio de lo privado y se tejen tramas de intereses, vote a Mariano Rajoy, compañero de Luis Bárcenas y de Rodrigo Rato: esos que han vivido en la opulencia y el lujo mientras gente desesperada se tiraba por la ventana acosada por los desahucios. Lo que no comprendo es que lo puedan hacer los pobres pensionistas, los jóvenes sin empleo, las víctimas de la pobreza energética, los que acuden a los bancos de alimentos y el resto de mártires de este capitalismo corrupto, valga la redundancia.

Mi madre nunca ha votado a la derecha. Siempre le gustaron Felipe, Guerra y Carrillo. Ahora está confusa desde su certeza de que “al PP ni muerta”. El 20 de diciembre puede cambiar algo, cambiar todo o no cambiar nada. Eso dependerá de que cada uno vote a los suyos. En estos momentos mi madre y yo dudamos de cual es el más nuestro de nuestros candidatos, desde la convicción de que lanzaremos nuestro voto como un rayo de ilusión contra el hombre del puro y el ojo inquieto. Ojalá que “muchos españoles, y muy españoles”, que nada tienen que ver con este tipo absurdo, se apunten a la fiesta del cambio y el domingo le indiquen la puerta de salida de La Moncloa. Si así fuera, “sé fuerte, Mariano”, seguro que Luis es el único que no te dejará tirado.

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