Premiado el amor y el respeto por la tierra

Bella González Oria es una mujer que simboliza un presente de tierra, que trabaja con ilusión y alegría y rinde homenaje cada día a sus antepasados campesinos

Macarena Romero Romero

Directora del IES Olontigi y presidenta del Ateneo de Mairena del Aljarafe  

Bella González Oria, amor y respeto por la tierra.
Bella González Oria, amor y respeto por la tierra.

Bella González Oria es una mujer que simboliza un presente de tierra, que trabaja con ilusión y alegría y rinde homenaje cada día a sus antepasados campesinos.

En plena campaña de boicot de los mercados alemanes a las denominadas “las fresas de la sequía”, Bella González Oria, campóloga de Lepe, impulsora en su pueblo una iniciativa que aúna tradición y futuro, ha sido premiada en la Tercera Edición del Concurso de cultivos y procesos innovadores promovidos por mujeres rurales, convocado por el Servicio de Innovación Agrícola y Ganadera de la Diputación de Huelva, por su proyecto, original e innovador, ‘Centro de Interpretación de las Berries’. Con este reconocimiento se pretende, según el vicepresidente de Innovación Económica y Social, Juan Antonio García, fomentar valores como los de igualdad de género, innovación, además de poner en valor el papel de las mujeres en el entorno rural.

Las mujeres son la clave para establecer la población en los pueblos con el consiguiente rejuvenecimiento del mundo rural. Sin olvidar, que son ellas las impulsoras del desarrollo sostenible de nuestros pueblos y de nuestra sociedad en general. Las instituciones deberían impulsar etas iniciativas que garanticen la minimización de las desigualdades y la vulnerabilidad de las mismas en el medio rural, donde la brecha social es aún mayor.

Bella González está donde quiere estar. Procede de una familia de agricultores. Salió de su pueblo, estudió y se formó; pero quiso regresar a sus raíces y trabajar la tierra, porque el campo es un instinto, “una pasión que nace desde pequeña”. No huyó de la ciudad al campo porque se hubiera desencantado, simplemente cubrió una etapa de formación en la ciudad, que en ese momento disfrutó enormemente, según reconoce, y afirma que ambos espacios son igual de valiosos y solo “depende del proyecto de vida de cada uno”. Es más, entiende que el siglo XXI, quizás debiese caminar hacia la rural urbanidad”.

La filosofía de Bella González es la de mantener un suelo vivo, cultivando sano y apostando por el sabor. Volver a los orígenes, sin olvidar lo que la innovación aporta a la agricultura, como el techo de plástico y el macrotunel que cubre el verdor de las plantas de frutos rojos que se extienden en su explotación, encontrando un equilibrio entre el pasado y lo actual.

Su esencia le viene de sus antepasados, del aprendizaje de la autosuficiencia que te da cultivar la tierra, esa tierra que proporciona trabajo, frutos y autonomía. De toda esa tradición heredada, hay una frase de su abuela especialmente significativa: “Bellita a la tierra hay que devolverle lo que se le quita”. Por eso, Bella, ha introducido bosques en las lindes con más de mil quinientas especies autóctonas, las mismas que crecen en el entorno de Doñana, como los setos de lenticos que sirven de hábitat y protección para la fauna local. Además, ha desarrollado una cubierta vegetal que protege los cultivos, en los que ha incluido plantas bankers para conseguir un ecosistema y un equilibrio.

Sus objetivos, además de crear estética y belleza, obtener un producto en el que predomine el sabor y la calidad nutricional, sanos y ecológicos, siempre desde el respeto al entorno natural, uniendo avance y tradición. Este premio, para Bella González, como para el resto de mujeres que día a día se enfrentan a la rudeza del trabajo agrícola, es un acicate para seguir avanzando para superar las dificultades de este sector duro y sacrificado, una manera de dignificar el trabajo de los hombres y mujeres del campo y un homenaje a sus ancestros.

Preguntar a nuestras abuelas, a nuestras madres. Dar importancia a nuestras historias y a nuestras aldeas. Preguntar, contar, escuchar, cuestionarse una y otra vez. Mirar más allá. Mancharse las manos de tierra. (María Sánchez, Tierra de mujeres).

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