Asistí al acto de presentación de la fase de participación de la candidatura de Jerez a Capital Europea de la Cultura 2031. Como jerezano, deseo con fuerza que esta ciudad gane, pues una victoria bien gestionada podría suponer un cambio real para el sector cultural y para la ciudad en su conjunto.
Pero como vecino —y no solo como agente cultural o técnico, que también podría hablar desde ahí— me veo en la obligación de mostrar un escepticismo profundo con el enfoque actual del proceso, el cual no está convenciendo y dudo que logre convencer a las 12 personas que otorgarán la victoria a la mejor candidatura. La propuesta se asienta sobre dos pilares: diversidad y participación. Permítanme abordarlos desde mi experiencia directa.
Vivo en un barrio diverso, de esos que se convierten en decorado perfecto para reportajes, spots o campañas institucionales, pero que rara vez reciben algo más. Un ejemplo claro: en mi barrio había una escuela pública de idiomas que ha sido trasladada a una de las zonas más acomodadas de la ciudad, justo donde ahora se sitúa “la joya cultural del momento”: un coworking impulsado por la Cámara de Comercio. Además de esta desposesión, la estrategia cultural municipal, esa que se supone base de la candidatura, actúa por omisión en mi barrio diverso: el coworking, ese espacio con una propuesta admirable —nada que reprochar—, habría sido una herramienta de acceso a la cultura con potencial de transformación de nuestro barrio, que tiene uno de los peores datos de vulnerabilidad social de la ciudad. Pero nada, nos quitan la escuela de idiomas y no nos dan nada, cero inversión en el fomento de la cultura transformadora. Cero creación, cero transformación.
Y sobre la participación, seré aún más claro. En el último año, la ciudadanía solo ha sido convocada para asistir como público a ponencias monocromas y a presentar propuestas bajo una lógica que podríamos resumir como “zanahoria y palo”. Un puñado de proyectos han recibido cantidades testimoniales de apoyo económico siempre con la condición de tener buenos contactos previos. Pero no ha habido una sola respuesta directa a los cientos de ideas volcadas en la plataforma digital.
Nadie ha dicho: “Hemos leído esto, nos interesa, vamos a activarlo desde ya”. Tampoco se han convocado encuentros reales de debate o cocreación, ni se han creado estructuras mínimas de gobernanza compartida. Por lo tanto, en las ponencias a las que asistí esta semana no se estaba pidiendo participación, sino fidelidadciega, militancia, patriotismo urbano, un juego peligroso donde el sentido crítico y transformador debe quedar a un lado. Tan pocos apoyos reales se están sumando que ni los agentes creativos ni las productoras fueron al evento. Dos tercios de la asistencia eran políticos u organismos públicos y el resto aspirantes a clientes detrás de la zanahoria.
El evento lo confirmó: se mantiene la lógica vertical y el branding. No hay espacios para tejer ni para decidir nada juntos, solo un despliegue de charlas tipo TED, audiovisuales brillantes, muchas cámaras... y, por cierto, nuestro barrio en pantalla, el mismo que sigue sin recursos y al que nadie convoca para decidir nada.
Ojalá la candidatura tome rumbo. Y si, las candidaturas son para ganarlas, pero si no se ganan no se deben desaprovechar los caminos… como este año transcurrido sin un solo foro donde compartir y diseñar la estrategia de ciudad. 4 meses tienen para tejer con un vaciado verano de por medio. Ánimo al equipo contratado. Está la cosa complicada en esta ciudad para romper la inercia.