Ruidos y traiciones

El ruido democrático político y social está ligado a los derechos fundamentales, a los derechos humanos, tanto si se defiende algo que no se quiere perder como cuando se reclama algo que se quiere conseguir

El periódico francés 'Le Monde' recogió el 6 de diciembre de 1977 el asesinato de Manuel José García Caparrós. La foto pertenece a una pintada realizada por las calles de Málaga los días posteriores al asesinato. 'Ruidos y traiciones'.
El periódico francés 'Le Monde' recogió el 6 de diciembre de 1977 el asesinato de Manuel José García Caparrós. La foto pertenece a una pintada realizada por las calles de Málaga los días posteriores al asesinato. 'Ruidos y traiciones'.

El ruido político, como el ruido social, son consustanciales en una sociedad democrática. Es algo que, se supone, debe saber, por experiencia propia, Yolanda Díaz, si es que, como dice, es una activa militante del Partido Comunista que ha luchado por la democracia española o, como abogada laboralista, que ha asistido a Comisiones Obreras.

Sin la muy ruidosa movilización, no se habría contribuido a avanzar en derechos políticos, sociales y laborales, habida cuenta que, bajo una dictadura, hacer ruido está prohibido. No pocas personas han sufrido exilio, persecución, tortura y muerte por defender en voz alta el Estado de Derecho, Democrático y Social que hoy disfrutamos.  

El ruido democrático político y social está ligado a los derechos fundamentales, a los derechos humanos, tanto si se defiende algo que no se quiere perder como cuando se reclama algo que se quiere conseguir. Ese movimiento ya sea de defensa como de reclamación no es silencioso. De hecho, no habría democracia si no hubiera ruido. 

Veamos esto brevemente. Cuando la mujer, el feminismo, reclama igualdad material entre géneros, no lo hace en silencio, sin molestar y tiene su correlato en el derecho a ser iguales, sin discriminación de sexo, que proclama la Constitución Española. Cuando el sindicalismo demanda mejores condiciones de trabajo y, llegado el momento, opta por no ir a trabajar y tomar las calles en pacífica manifestación, una y mil veces, está ejerciendo su derecho a la huelga que está plenamente constitucionalizado y el ruido puede ser ensordecedor.

Cuando Stop Desahucios reclama el fin de los lanzamientos de deudores de buena fe y reclama soluciones habitacionales y un parque de vivienda pública, está reclamando el derecho a una vivienda adecuada, que tiene su parangón en la Constitución y en los Tratados Internacionales a cuyo cumplimiento está obligado el Estado español y, el ruido es atronador.

Sin ruido demoledor, Andalucía no habría conseguido recuperar su condición de nacionalidad histórica, lo hizo ejerciendo su derecho a decidir, primero con grandes movilizaciones el 4 de diciembre de 1977, después en referéndum, el 28 de febrero de 1980, acuñando la máxima “Con Andalucía todo, sin Andalucía nada”, como proclama “Andalucía y Democracia”.

Ninguno de esos ruidos genera vergüenza. Es la lucha por una sociedad más democrática, más justa y más solidaria. Sorprende que políticos y políticas de izquierda rechacen el ruido democrático como forma de defensa y como forma de avance. Sin embargo, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez y su vicepresidenta, Yolanda Díaz, claman a los cuatro vientos que su manera de hacer política es ajena al ruido, salvo cuando el ruido les sobrepasa.

Es lo que ha ocurrido con la campeona del mundo de futbol femenino Jenni Hermoso, ruido democrático feminista al que rápidamente se han apuntado para no verse superados por la movilización social contra los abusos de poder como el de Rubiales. Aislado quedó lo del feminismo incómodo para los hombres de cuarenta y cincuenta años y el feminismo integrador. Se imaginan las personas lectoras si no hubiera existido la Ley del Solo Sí es Sí. Si no hubiera habido una ministra de igualdad como Irene Montero que ha alzado la voz y visibilizando el feminismo. Gracias a ese ruido democrático, de rechazo a la cultura de la violación, hoy, el consentimiento, es el eje de la relación sexual entre hombres y mujeres, a pesar de la reforma a peor que pactaron PSOE - PP, con la venia de Yolanda Díaz, de perfil a la contra, abandonando a sus compañeras de coalición y de gobierno.

Hay otra clase de ruido, es perverso, destructivo y fuera de la ley. Es el de la derecha mediática (acompañada algunas veces por la progresía mediática), en el que policías hacen falsos informes para que ciertos jueces abran procedimientos con fundamentos falsos que publicitan falsos periodistas.

Así se han abierto veinte causas y otras tantas cacerías políticas para destruir a Podemos y a sus dirigentes, a sus familias. Todas se han archivado. La última la conocida como “Caso Neurona”. El juez que la ha instruido por la delación en base a rumores de un abogado despedido se ha pasado tres años para verificar la autenticidad de una factura, lo que ha servido a mercenarios mediáticos que no han escatimado medios, ni un solo día, para desprestigiar a la formación morada, lo que finalmente influye en la población y en las preferencias electorales. 

A ello han contribuido traiciones como las de Iñigo Errejón y Yolanda Díaz que, con sus silencios atronadores y vetos han cooperado en tan destructiva estrategia política, cuya finalidad es denostar a Podemos. Así, asumen ser una izquierda cool que no muestra alegría por el archivo de la causa Neurona y, mucho menos, piden responsabilidades por el daño generado no ya a un partido que forma parte del gobierno de España, sino a la misma democracia en la que la líder de Sumar participa. 

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