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Sé que habéis sufrido por las víctimas de los atentados en España. Sé que sabéis que eso también os hace daño como comunidad. No en vano, es un objetivo de los terroristas: haced daño a la comunidad musulmana para captar adeptos.

Hace unos días, después de los atentados de Cataluña, paré a descansar en el área de servicio de la autopista AP-7 en Manilva (Málaga). Había más o menos 50 coches de marroquíes que regresaban de sus vacaciones. Destino, según sus matrículas: Francia, Alemania, Holanda, Bélgica. Muchos habían pasado la noche al raso. Hacía calor. Había cola en el baño y mientras me lavaba las manos, me llamó la atención un niño de unos doce años en el lavabo de al lado. Se lavó las manos, los pies, la cabeza. Luego lo entendí, no era mera higiene. Lo ví coger su alfombra y ponerse a orar.

Estaba amaneciendo. Pensé: ‘Ya quisiera ser yo tan constante y comprometido en mi oración’, puesto que como cristiano suelo orar más cuando lo necesito que a través de una disciplina. Y pensé más. Pensé que realmente entre el niño y yo no había mucha diferencia en lo esencial. Ambos creemos en Dios, en el mismo Dios de Abraham, que también es el Dios de los judíos. Lo que nos separa es meramente cultural, en el sentido más antropológico de la palabra. Yo sé que en mi decisión de creer o no creer en Dios, influye primero mi razón y segundo, el lugar donde vivo. Yo me he criado en un ambiente católico. Pero si hubiera nacido en Alemania, sería protestante. Y si hubiera nacido en Fez sería musulmán. Pero hoy no he venido a hablar de dogmas religiosos.

Queridos hermanos musulmanes: yo no me sitúo muy lejos de vosotros en lo esencial. En el fondo, somos hermanos y yo sé que el Islam es una religión sagrada y respeto vuestros símbolos y costumbres. Creo que la mayoría de ustedes y nosotros lo hacemos. Y sufrimos juntos cuando gente en nombre del Islam o del Cristianismo o del Judaísmo olvidan uno de los mandamientos más importantes de las tres religiones monoteístas: el NO MATARÁS. Sé que habéis sufrido por las víctimas de los atentados en España. Sé que sabéis que eso también os hace daño como comunidad. No en vano, es un objetivo de los terroristas: haced daño a la comunidad musulmana para captar adeptos. Creo que sentís lo que yo siento como cristiano cuando personas con responsabilidad en las comunidades religiosas cristianas esparcen su odio después de los atentados.

Hemos visto curas lejanos soltar barbaridades en una homilía. Vemos a otros cercanos soltarlas en sus redes sociales. Conocemos nuestra Historia. Hoy, autollamados 'musulmanes', que no lo son, matan sin escrúpulos y lo justifican en su fe. Aquí en España hoy la ley no permite matar. Pero no hace mucho, en 1975, una persona católica sentenció y firmó las últimas penas de muerte en España, incluso con la opinión en contra del Papa de Roma. Estamos acostumbrados. También en eso nos parecemos. En nuestra religión tenemos elementos asesinos que si no se les controla, causan daño y muerte.

Queridos hermanos musulmanes de buena fe: tenéis mi apoyo y mi consideración y creo que juntos, judíos incluso, que sufren el mismo problema, porque ser judío no implica compartir las políticas del gobierno de Israel, podemos ponernos de acuerdo en una cosa. Que el Dios en el que creemos es el mismo. Sea Yahvé. Sea Alá. O sea el Dios de los cristianos. Aunque le hablemos en lenguas distintas y con ritos distintos. Pero creo que podemos coincidir en estas palabras de Francisco de Asís: Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Es lo que conozco, mi fe. Pero seguro que en la religión musulmana también hay textos de paz. Assalamu Alaikum.

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