Teresa Rodríguez e Inmaculada Nieto, en el Parlamento en una imagen de archivo (Europa Press)
Teresa Rodríguez e Inmaculada Nieto, en el Parlamento en una imagen de archivo (Europa Press)

La que se ha liado con la expulsión de Teresa Rodríguez del grupo parlamentario Adelante Andalucía. La casa de las dagas voladoras parecía una guardería. Nadie se ha cortado. Incluso, se ha visto por ahí algún que otro brazo sin dueño. Claro que, pensándolo un poco, tampoco mucho, no debemos extrañarnos. A fin de cuentas, desde hace algún tiempo la estructura partidaria del régimen del 78 se ha ido recomponiendo. Y con ella han vuelto a primera línea métodos y hábitos que no habían desaparecido. Que escondidos esperaban pacientemente, como Biden el recuento de votos, el momento oportuno para reaparecer.

Lo vivido ha sido una ceremonia más de los funerales de aquella ola de entusiasmo que se levantó en calles y plazas no hace tanto tiempo. ¿Lo recuerdan? Todavía no estaba en la palestra Vox y bastaba con cantar aquello de “PSOE y PP la misma mierda es”. Hasta existía un espacio público para la aparición de una estructura no integrada en el bipartidismo perfecto. Bueno, lo perfecto que se puede ser tras cuarenta y tres años de régimen. Piénselo el lector bien: más que golpismo y franquismo juntos. Toda una vida que escribió Osvaldo Farrés y cantó, entre otros, Antonio Machín. El señor de la escultura de la sevillana plaza de Carmen Benítez.

Aquello pasó y hoy, como decenas de millones de estadounidenses, tenemos que contentarnos con el mal menor. Allí un anciano político profesional llamado Joe Biden que lleva más de medio siglo tocando moqueta de poder. Aquí con un gobierno de coalición del PSOE, sí del PSOE, con Podemos, el caballo blanco del 15-M que ha terminado pareciéndose a un caballo de Troya. Allí Trump y más de 70 millones de votantes. Aquí PP, Vox y Ciudadanos y sus diez millones de votantes. Así que, con el espíritu de supervivencia a flor de piel y en medio de una catástrofe sanitaria que nos ha obligado a definirnos entre salud y economía con un escaso margen para los equilibrios, los más han optado por el mamaíta que, por lo menos, me quede como estoy. Mientras, nos tapamos las narices y miramos a otro lado. El amenazante lobo da pavor, no como el doberman que se sacó el PP contra el PSOE, y la ausencia de alternativa apenas la oculta la idea de que con Podemos en el gobierno, el PSOE ha tenido que sacar su cara centrista.

Así que en los próximos meses, salvo cataclismo (puede haber unos cuantos de incierta salida), parece que el fondo –el régimen y el bipartidismo político- se afianzará y, al contrario que hace unos años parece que la pelota más difícil la tiene la derecha nacional con sus sectores abiertamente franquistas que cabalgan, cuales jinetes de la Apocalipsis, en la cresta de la ola autoritaria que se abre paso desde dentro del mismo sistema democrático. No ha hecho falta siquiera que todo cambie para que todo siga igual. Así que, a poco que nos descuidemos (y motivos y hechos hay para no hacerlo) el régimen del 78 camina con paso que piensa firme hacia nuevos cumpleaños.

La defenestración de la gaditana y sus acompañantes ha sido un episodio más de aquello tan viejo (ya se ha dicho más de cuatro décadas) del que se mueva no sale en la foto. Un recordatorio que fuera de la familia, y del poder, hace mucho frío. Más allá de culturas políticas ha bastado un lustro para que los que iban a conquistar los cielos aprendan y utilicen las maniobras de los dinosaurios de la Santa Transición. Eso sí, sin querer ser equidistantes, no son momentos, aquí no hay ni buenos ni malos sino vieja maneras de hacer política en la que el garrote se blande sin piedad y se oyen voces de que el mejor enemigo es el muerto, no se pueden dejar heridos.

Mientras, como desde hace casi un siglo la mayoría de los habitantes de este Estado de las autonomías, asisten absortos al espectáculo con la resignación de quien sabe que cuenta lo que un cero a la izquierda. Problemas de creerse los listos de la clase y no ser más que los cornudos y apaleados de la función. Porque, todavía lastrada por el castigo recibido, la sociedad española sabe que su papel es recoger las migajas y, en todo caso, mostrar su enfado sin importarle mucho quien pueda salir beneficiado de él. Ya se sabe que en estas tierras la ideología ha muerto y solo puede ser lo que puede ser. Es decir el más salvaje neoliberalismo (observen sus consecuencias estos últimos meses) o una descafeinada socialdemocracia a la que, como en otras muchas cosas, se ha llegado tarde y mal.

Uno no frecuenta las ceremonias electorales. Es más, en diversas ocasiones me han reprochado y adosado la culpabilidad de los ascensos de la extrema derecha. Pelillos a la mar. Ahora la situación parece que se va a repetir en las más o menos próximas elecciones andaluzas. Por tercera vez en estas líneas lanzo la idea de que los sistemas partidarios de eso que se llama centro izquierda, desde el PSOE hacia babor, hagan tripas corazón y presenten una candidatura única de forma que pueda aglutinar todo el voto de quienes lo vayan a depositar. Así demostrarán, creo, que les importa más el bien común que el particular de su chiringuito.

Este artículo se publicó originalmente en Portal de Andalucía.

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