Por el derecho humano a tener un bolso de Louis Vuitton

Todavía no se han enterado que ser de izquierdas es defender que todo el mundo tenga acceso a comprarse prendas de marca

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

Irene Montero no ha llevado un bolso de lujo a la Comisión de Igualdad el 20 de octubre, informan AFP y Maldito Bulo.
Irene Montero no ha llevado un bolso de lujo a la Comisión de Igualdad el 20 de octubre, informan AFP y Maldito Bulo.

La ultraderecha ha vuelto a crear una fake news acusando a la izquierda de ser amante del lujo y el buen vivir. Uno de los tuiteros de referencia de la caterva ultra ha publicado una foto en redes sociales en la que Irene Montero aparece al lado de un bolso de la marca francesa Louis Vuitton, cuyo precio ronda alrededor de los 2.000 euros. Finalmente, se ha demostrado que el bolso no pertenecía a la ministra de Igualdad, sino a la exvicepresidenta Carmen Calvo que lo había dejado en una silla al lado de la que se sentó Montero.

Pero lo importante aquí no es de quién es el bolso: si de Irene Montero o de Carmen Calvo. Lo importante en este debate es cómo la derecha usa de forma recurrente las acusaciones de aspirar al buen vivir y contra los líderes progresistas o las personas de bajos recursos. Pasará a los anales de la historia de lo burdo cuando la exalcaldesa de Cádiz Teófila Martínez acusó a una señora de tener un móvil para negarle el derecho a una ayuda de emergencia alimenticia en los servicios sociales municipales.

No es casual que la derecha sólo esté en contra del lujo cuando son líderes progresistas quienes acceden a él. No es casual que sepamos obra y milagro de la vivienda de Pablo Iglesias e Irene Montero y no sepamos casi nada del lujoso chalet de Abascal situado en el castizo barrio de Chamberí y valorado en un millón de euros, casi el doble de por lo que Iglesias y Montero adquirieron su casa en Galapagar mediante hipoteca a 30 años, a razón de 900 euros al mes.

No es casual que cuando se casó Alberto Garzón se publicará hasta el precio del menú y se acusara al líder de Izquierda Unida de ser un traidor a la causa obrera por ir vestido de etiqueta y casarse en una boda donde primaba el gusto por la belleza. No es casual que haya ocupado un breve en los medios de comunicación y nada se sepa del coste de la boda de Ortega Smith, portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid y miembro del núcleo duro de la formación ultraderechista.

No es casual que Manuela Carmena sufriera un acoso infame en las que fueron sus primeras vacaciones como alcaldesa de Madrid. ¡Se fue a Almería! Periódicos como Abc publicaron insidiosas páginas donde parecía que la exalcaldesa de Madrid había cometido un delito por alquilarse un alojamiento de playa durante quince días en la costa almeriense. Algo similar le ocurre cada año a Pedro Sánchez cuando se va de vacaciones en verano. A Juan Carlos Monedero incluso lo llegaron a agredir por pisar una venta frecuentada por rentas altas en el municipio gaditano de Sanlúcar de Barrameda.

Más o menos, quienes critican que a la gente progresista les guste el buen vivir, lo hacen porque creen que tan de izquierdas no serán cuando les gusta aspirar al bienestar. En ese planteamiento tan simple como dañino, lo que se pretende es moralizar el consumo, restringirlo únicamente para quienes sean ricos de cuna o defiendan los intereses de los de arriba. No es más que la defensa de una sociedad de castas. Si naciste en una familia acomodada, tendrás toda la vida derecho al bienestar; pero pobre de ti si naciste en una familia poco pudiente y aspiras a vivir bien, entonces serás un traidor y un izquierdista hipócrita. Es la negación de la movilidad social ascendente.

No es casual tampoco que de la ley de vivienda lo que más le moleste a la derecha es que las promociones de vivienda privada tendrán que reservar por ley un 30% a vivienda protegida. Es decir, por ley se van a acabar los ghetos de clase y el dueño de la cadena de alimentación podrá compartir urbanización con la cajera de uno de sus supermercados. Son fachas, pero no tontos. Por eso usan “izquierda caviar” como insulto, no se le vaya a ocurrir a un obrero aspirar a comer caviar como lo comen ellos cada vez que les da la gana.

Curiosa forma de ser capitalistas que tienen estos inquisidores del derecho humano de la ciudadanía al buen vivir, a la comodidad y al acceso al bienestar o al lujo. Son capitalistas pero están en contra de que amplias capas de la sociedad accedan al mercado de bienes y servicios que produce el capitalismo.

Se llaman liberales pero no hacen nada más que difamar la libertad individual de quienes con su dinero hacen lo que quieren. De forma muy sibilina, van reduciendo el ser de izquierdas a hacer voto de pobreza como si para ser un líder hubiese que ser un monje franciscano. Confunden el derecho a que todo el mundo pueda vivir dignamente con la negación del acceso al consumo para quienes defienden la justicia social.

Todavía no se han enterado que ser de izquierdas es defender que todo el mundo tenga acceso a comprarse prendas de marca y que irse de compras por la calle Serrano de Madrid deje de ser un privilegio exclusivo de las minorías adineradas. Son tan fachas que no valen ni para capitalistas. En lugar de alegrarse de que amplias capas de la sociedad aspiren al mercado de bienes y servicios que produce el capitalismo, se enfadan y criminalizan a quienes lo hacen.

En realidad, más que capitalistas, son señores feudales. Otro día hablaremos del valor estético de un bolso de Louis Vouitton, pero ese es otro debate. A cada uno o una le gusta lo que le gusta y, si no lo ha robado o conseguido a través de la explotación de seres humanos o el fraude fiscal, cada uno con su dinero se compra lo que de la gana.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios (1)

Nuria Hace 2 años
Bravo Raúl!
Lo más leído