Caballero Bonald, en una imagen de la Fundación.
Caballero Bonald, en una imagen de la Fundación.

Caballero Bonald nos dejó aconsejándonos abrazar la incertidumbre, vivir en la duda, no temer al temer; cosas, todas, que en el suelo patrio, como la libertad, se entienden de modos exasperantes a veces. Un dudar de poeta, de alguien que se preguntaba, mientras le daban el Premio Cervantes ¿qué coño hago yo aquí? Un poeta de dialecto y de matria: tu patria es lo que ves desde tu ventana en una casa donde vives feliz. Un poeta de contundencia sencilla pero abrumadora: Entra la noche como un grito / por el silencio de los muros, / propaga espantos y vigilias, / late en lo hondo de las piedras, / abre los últimos boquetes / entre los que se aman, / y en el papel emborronado / entra también la noche.

Hay quienes pueden pensar que la poesía sirve para desperdiciar papel en los libros, hay quienes directamente desprecian la poesía, seguramente porque no entienden la libertad que no viene con un manual de uso, que es lo que Ayuso ha escrito al pie de la página de la palabra libertad.

Libertad es incertidumbre, algo a lo que parece que Caballero Bonald no terminaba de temer, no tanto al menos como para renunciar a la libertad que implica siempre esa incertidumbre.  Mejor dudar que estar convencido de algo. Me pregunto si los que desprecian la poesía lo que verdaderamente temen es su propia falta de carácter para aceptar la incertidumbre que otorga la libertad.

Libertad e incertidumbre es un curioso binomio. Durante la pandemia pareció que se aceptaba la falta de libertad para no sufrir la incertidumbre de la muerte acechando en la bolsa de la compra, en la superficie de los pepinos, en las monedas del cambio. Entonces hubo un interesante giro con la incertidumbre: si es incierta, abracemos la libertad de hacer lo que queramos despreciando la fuerza de lo incierto, que nos obligaría a reflexionar. A los nuevos caudillos de la libertad les fue entregada la incertidumbre con el voto; mucha gente despejó la duda y la convirtió en porfía. Yo creo que cuando a la libertad se le añade la porfía, la libertad se convierte en inconsciencia, en irresponsabilidad.

La negación de la pandemia no es producto de la incertidumbre sino de la porfía. La incertidumbre puede llevar a querer encontrar la verdad; la porfía a negarla. Es lo que muestran las fotografías y los vídeos de las innumerables fiestas y saraos que han despedido el Estado de alarma. Especialmente en Madrid, donde los que ganaron las elecciones lo hicieron prometiendo la gran libertad a sus electores y ahora dicen que libertad no es libertinaje; esos caudillos portadores de la libertad ahora descubren las normas, las reglas, las restricciones y que la libertad sin incertidumbre mueve a la porfía, que es desprecio y capricho.

La incertidumbre ahorma el carácter de quien decide aceptarla, investigarla, escudriñarla y habitar junto a ella: algo que puede aportar tranquilidad. La porfía suele mover a un sentimiento de superioridad fatuo. En la porfía están løs vanidosos, en la incertidumbre suelen encontrar lugar los humildes, los que aceptan las limitaciones de la vida real y llenan ese espacio limitado de vida y alegría. A la imagen de Ayuso como Virgen Dolorosa y Pietà le faltó siempre la calavera del vanitas, la humildad de la incertidumbre, y esa propuesta chocante le descubrió a mucha gente un camino, nada nuevo, hacia el fatalismo: la soberbia.

Hay muchas explicaciones psicosociales a la disparatada forma de celebrar el fin del toque de queda. A mí me está faltando, desde hace mucho tiempo, la explicación sobre la responsabilidad individual y la madurez de las personas adultas cuando actúan. Es evidente que muchas personas se siguen quedando en su casa por responsabilidad, igual de evidente que las algaradas públicas de negación de la pandemia dan un tono a la situación social que mueve a la duda irreflexiva, al Gruppenzwang, a la disciplina de grupo que le puede conducir, a más de uno, a no quedarse en casa e irse a un botellón y cerrar los ojos, infantilmente, ante la pandemia.

La gran libertad promovida en Madrid contra la pandemia no tardará en trocarse en restricciones más severas o, como ya hemos escuchado, en una nueva culpabilización contra el Gobierno central: antes, porque había restricciones; ahora, porque no las hay.

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