Viva Jerez

Desde las manos robadas de Ramón de Cala hasta la Plaza Arenal huele a tocino de cielo. En cambio, los que se disfrazan de Papa Noel huelen a podrido

03 de diciembre de 2025 a las 09:26h
Una Zambomba en Jerez en una imagen reciente.
Una Zambomba en Jerez en una imagen reciente. MANU GARCÍA

Una mujer, disfrazada de caballo, pero con cornamenta de reno, pega saltitos cartujanos sobre las piedras de la plaza de los escribanos. La fachada de San Dionisio, cinco siglos de mestizaje, la contempla sin rechistar. Solo la iglesia se sabe eterna. El resto, incluido yo, somos aves de paso, musita Hércules en un costado de la plaza. Uno, el que nada quiere ni nada le importa, vomita a los pies de Julio César en el antiguo cabildo. La suerte está echada, piensan las golondrinas confundidas con el ruido, pero de qué vale quejarse. Las inteligentes acuden donde se dan las artes. Ya se van los quintos mare, ya se van los de Jeré entonan las hojas de la jacaranda enjuagadas en vino sabio, el de Jerez. Y el niño que no bebe, sentado en un cajón flamenco frente a la hoguera de olivo, canta eso de y se quedan las mocitas del barrio de San Migué. Son cientos de años enjaulados, sin pestillo ni candado, en cuatro versos de pueblo y dos tonos de melancolía y miseria. 

A cuántos de nosotros habrán llevao a la guerra me pregunto mientras una dulce puñalada de oloroso seco me hace sentir vivo entre los vivos. Y dijo Micaela, por ahí se va derecho. Y Micaela, con sus calenturas y su verdad, me hace decir que todos somos hijos de un milagro. Y el que no haya venido al mundo así, merece otra vida más. Y el borracho que no venga a robar reencarnaciones se lee entre las olas del escudo jerezano. Se permite el cante escribo con tinta azul en el azulejo blanco de mi zaguán. Los caminos se hicieron con agua, viento y frío y la flamenquísima calle Empedrada es una serpiente brillante cuando llueve -inofensiva al no tener dientes-  y un alarido seco de Manuel Torre en julio por donde caminaron ancianos, muy tristes y afligíos a la Gloria. Desde las manos robadas de Ramón de Cala hasta la Plaza Arenal huele a tocino de cielo. En cambio, los que se disfrazan de Papa Noel huelen a podrido. Mare mi carbonero cuando se lava, se le ven los lunares y las pestañas cantan dos ancianas en una ventana que dejó hace tiempo de mirar para la calle.

Ven, ven, ven, en nochebuena vente pá Jeré se canta en la barra de los bares de copas. Rima asonante con retranca repetitiva proclaman las listas golondrinas en el retorno a sus nidos. Regresan porque duermen las estrellas, como también descansa el niño del cajón y del primer sorbo al anís. Se ha ganado a pulso lo que con sus manos ha cocinado su abuela. Matalauva, miel y aceite.

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