La canela, la tormenta y tu padre

Vino la primera televisión que olía a plástico y alcanfor, tú sabes mamá, y la televisión encerró a las personas en sus chozas, y éstas empezaron a preocuparse más por lo que pasaba dentro de esa caja que lo que le sucedía a sus vecinos

06 de mayo de 2025 a las 09:30h
Benedick Bana.
Benedick Bana.

Dime tres palabras, Qué dices hijo, Dame tres palabras y te contaré un cuento, Cómo que tres palabras, no te entiendo, Las que se te vengan a la cabeza, no preguntes tanto mamá, Qué te digo, no sé, Sí sabes, Mira.., canela porque así se llamaba mi perra, tormenta porque se me ha venío y tu padre, Cómo que papá, Niño, tu padre es un nombre, Vale, está bien, ahora no te levantes que te conozco, Pero chiquillo, Ni chiquillo ni , ahora quédate y escucha…

En esta oscuridad que el cielo nos ha regalado por unas horas te contaré una historia que todos han olvidado, y digo todos porque todos tenemos prohibido recordar el día de la gran tormenta, Mamá, yo te la estoy contando porque la luz de esta vela me la ha susurrado ahora, Ojú chiquillo, de verdá, Y tenemos prohibido recordarla porque antes de ella, de la gran tormenta, éramos muy felices, Cómo era eso, Antes de la gran tormenta, el mundo conocido se reunía en torno al fuego, todas las personas se conocían, se importaban, se ayudaban, eran tan pocos que si uno moría, el pueblo perdía una parte inmensa de su saber, y saber es amar, es cuidar, es solucionar, lo contrario a saber es el silencio y el silencio es ignorancia, es guerra, es miedo, Chiquillo, qué de cosas sabe mi niño,  Escúchame mamá, pues eso.., el mundo, antes de la tormenta, vivía en torno al fuego y el fuego tiene como hija a la palabra, si alguien tenía algo que contar sobre un dolor, una aventura, un amor.., los demás cerraban la boca y los ojos y abrían el alma.

Eso me recuerda a los días de lluvia en la Marmolilla, se ponía a llové y se podía tirar meses enteros sin pará, y venía gente de tó lao al cortijo a guarecerse. Es lo que te iba a decir, cuando llegaba la noche el mundo se oscurecía, pero los cuartos, en cambio, se encendían con historias nuevas y viejas leyendas y se dejaba que los perros entraran a compartir calor y huesos, porque La Canela, tu perra misma, sabía más que los niños de hoy en día, que ná más saben de móviles y maquinitas, Qué verdá más grande, mi perra que era más buena la pobrecita, Y porque sabía tanto, murió de tanto ladrar cuando olió en el aire lo que iba a venir, Y qué vino chiquillo.

Vino la primera televisión que olía a plástico y alcanfor, tú sabes mamá, y la televisión encerró a las personas en sus chozas, y éstas empezaron a preocuparse más por lo que pasaba dentro de esa caja que lo que le sucedía a sus vecinos, y el fuego que se encendió el primer día del mundo se apagó de golpe y se cambió por otro artificial que apagará, si nadie lo remedia, la luz interior de lo humano, Ay Dios mío, qué historia más triste, No mamá porque llegó mi padre y se enamoró de ti, y él me cuenta, día sí y otro también, las cosas que habéis vivido juntos, como esos bailes en la calle Argüelles, esas tardes infinitas de cine, esas manitas bajo la mesa con el abuelo Rafael enfrente, Cómo quería tu abuelo Rafaé a tu pare, como a un hijo. Y todas esas historias que me cuenta papá avivan ese fuego que Dios puso en la Tierra, y ese fuego te cuida a ti y también a nosotros, diría incluso a todo el mundo que se acerque a la llama a escuchar y contar historias, Ay qué niño más bonito tengo, Guapa tú, estés donde estés, y tirititrín tirititrán, este cuento sólo acaba de comenzar...

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