Nos encontramos en la estación del año más anhelada para muchos, pero desde hace ya años también la que más trastornos ocasiona a una gran mayoría. Son cada vez más los lugares que se ven completamente alterados por la llegada de turistas. En el caso de algunas ciudades extranjeras, como por ejemplo el de Venecia, se encuentran literalmente saturadas, por lo que se hace cada vez más necesario controlar el aforo de visitantes. Cuando un ciudadano de a pie habla de turismo, en rara ocasión lo deja de percibir como una fuente y oportunidad económica inmensa. Pero el turismo también conlleva una serie de consecuencias que no deben ser ignoradas y por ello aumentan las voces que piden replantear el modelo turístico que existen en la mayoría de los países.
Siempre he estado a favor de hacer turismo nacional y sobre todo si, como estoy segura de que nos ocurre a la mayoría, ignoramos en gran parte la riqueza cultural y gastronómica de nuestro país. Sin embargo, el turismo nacional de un español y, si se me permite, de un andaluz en la estación veraniega, se convierte en un suplicio. Y no solo el pretender conocer nuestro patrimonio más cercano se hace imposible, sino incluso la vida diaria en verano se nos llega a hacer poco deseable debido a la masificación de seres humanos por todos sitios y a todas horas.
Ya no hay diferencia destacable si vives en la costa o en la sierra, les puedo contar que a principios del mes de julio hice una escapada a un pueblo cercano de la Sierra de Cádiz (muy conocido por sus cuevas) y el propietario de un establecimiento gastronómico nos comentaba que allí el mes de julio era el único mes de temporada baja. Este hecho se muestra como algo que sería curioso por la fecha, si no fuera porque de agosto a junio este mismo empresario nos indicaba que era imposible intentar andar por las calles del pueblo y que él mismo, para buscar un poco de paz, trasnochaba y salía a pasear a altas horas de la madrugada.
Es cierto, además, que recorriendo este encantador pueblo observé que la gran mayoría de sus casas blancas se habían convertido en apartamentos turísticos. Sin duda, hace pensar que gran parte de la población ve al turista como un ser invasivo y, al no poder competir con ello, decidieron al menos sacar algún provecho de esa masiva intrusión en sus vidas.
Si ponemos la mirada en destinos o lugares costeros, casi mejor no pensar en ello y en las horas perdidas en las interminables caravanas de coches en dirección a las playas, y que, dicho sea de paso, también las tienes que sufrir si quieres ir a hacer la compra a grandes superficies. Las piscinas públicas abarrotadas, e irte a la playa un domingo es estar tumbado tomando el sol a menos de un metro de un desconocido, temer darte un baño por si te roban lo poco que te ves obligado a llevar en el bolso y hasta oler el bocadillo de tortilla con cebolla mezclado con el de la cerveza que acaba de eructar el gallego que se encuentra solo a la distancia de una esterilla de por medio. Por no parecer que quiero hacer una broma fácil, no voy a mencionar con detalle el espectáculo visual y el desfile de desnudos y semidesnudos que año tras año nos queman las pupilas.
Y claro, luego te encuentras con conocidos y amigos (incluso mi propio marido) que a pesar de ser gaditanos y haber crecido junto al mar, te aseguran que prefieren pasar las vacaciones en una piscina de una finca privada o en destinos que no tengan nada que ver con la costa. Visto desde alguien de fuera, pensarán que es inconcebible cambiar la costa por una piscina, pero visto desde dentro y padeciéndolo no es en absoluto de extrañar. Tampoco lo es que en los últimos años todo aquel que se hace con un terreno en el campo o con una casa que disponga de un mínimo de metros cuadrados construya una piscina en la misma, huyendo de todo el calvario anteriormente mencionado.
El alquiler de casas rurales con piscina, incluso por un solo día, también tiene una gran demanda hoy día, sobre todo en el turismo nacional. Lo malo de todo esto es que al final todo acaba convirtiéndose en un negocio y el motivo por el que nos hemos apropiado de una vivienda con piscina se olvida cuando el dinero y los turistas llegan. Y ya se sabe, lo que genera dinero a todo el mundo le parece perfecto, sobre todo si este es para propio beneficio.
El impacto social y ambiental de este fenómeno del turismo todos lo sabemos, pero ganar euros fácilmente en una semana o un mes todo lo justifica. Las consecuencias sobre el patrimonio cultural e histórico pueden llegar también a ser incalculables, ya que en la mayoría de los casos el beneficio económico generado no se emplea en la preservación del mismo, o al menos no lo que se debería.
En conclusión, les diré (y saquen ustedes las suyas propias) que en casa desde hace años nos tomamos las vacaciones en el mes de septiembre, sea cual sea el plan. Solemos elegir como destinos capitales sin costa o fuera de temporada alta y que, como la gran mayoría en julio y agosto, preferimos refrescarnos en una piscina o irnos al río que, según en qué parte te encuentres, por suerte aún no se encuentra masificado del todo. Estoy totalmente a favor de regular el turismo tanto en aforo como en otros muchos aspectos. Últimamente, la palabra turismo cuando se pronuncia va acompañada del adjetivo salvaje y este hecho ya es motivo suficiente para que el modelo de turismo en que vivimos cambie y en mi opinión es bastante urgente.
¿Se le llama medio ambiente porque ya destruimos la mitad? (anónimo)




