Momentos desde la ventana de una habitación.
Momentos desde la ventana de una habitación.

Amiga, estoy viendo en estos momentos desde la ventana de mi habitación como cambian la farola estropeada de la calle por una sin cristales. Estoy recordando como de pequeño hacíamos gamberradas y con un tirachinas fabricado por nosotros tirábamos a partir la bombilla para dejar la calle a oscuras. Con un mensaje de voz compartía conmigo aquel nostálgico recuerdo mi amigo tiñoso (así nos conocen desde antaño a los puertorrealeños).

Seguro que alguna vez les ha ocurrido que transitando por alguna calle de repente esta se ha quedado a oscuras. Muy posiblemente ni siquiera son conscientes de que les ha sucedido esto y de retener este recuerdo. Tristemente, el hombre, ya no presta atención cuando oscurece. No nos preocupa demasiado transitar por una calle sin sombras, no nos detenemos a mirar cómo se duerme el sol si no es para capturarlo con la cámara. Ni siquiera somos capaces de recordar al despertar por las mañanas, en qué momento se cegaron nuestros ojos para comenzar a soñar en la noche. Nos olvidamos de que si algo nos ilumina es porque alrededor está oscuro. Tampoco somos capaces de recordar el instante en que algo nos deslumbró con su brillo, ni aquel momento tan importante en el que comenzaste a brillar por ti mismo. 

Prueba a quedarte a oscuras contigo mismo, detente frente a esa farola con cristales por los que revoloteaban cientos de mosquitos que acudían atraídos por la incandescente luz amarilla, al igual que tú y tus amigos de calle en aquella noche de verano. Saca de tu bolsillo el tirachinas fabricado con el gollete de una botella y un globo. Busca alrededor de tus pies esa molesta china que a menudo suele estar en tu zapato y que no te detenías a quitarte hasta llegar a casa. Resistías el dolor en silencio para demostrarte que eras más duro que esa insignificante piedra. Tira con fuerza, cierra el ojo derecho porque, aunque es algo absurdo, así piensas que visionarás mejor el objetivo, tira fuerte, atento al blanco y ¡Corre, corre, corre! El último que escape será al que culparan de haber roto los cristales de la farola y la bombilla. Esperas con los demás y con el corazón en la garganta tras la esquina hasta recuperar el aliento. El que encuentra más coraje sale el primero y en silencio, los demás le siguen en fila respetando la oscuridad de la calle. Os dais las buenas noches entre susurros por temor a ser descubiertos. 

Oyes desde la cama el sonido de la suave llovizna que humedece al verano. Imaginas como las gotas resbalan lentamente por la farola de forja que de un golpe de suerte apagaste para siempre. Tienes los ojos cerrados y te encuentras sumido en la penumbra de la habitación. En la calle han quedado esparcidos los frágiles cristales ahora empañados, rayados, apagados y rotos. Ya no se usan farolas con cristales, y dejarán de fabricarse tirachinas. Escuché lamentarse con voz triste a mi amigo a través del teléfono antes de despedirse con un adiós cariñoso. 

¡La felicidad y el cristal cuan fácilmente se quiebran! Proverbio Alemán.

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