Una bandera de Palestina.
Una bandera de Palestina.

Oriente Próximo es un problema crónico para todos sus habitantes y para el mundo. Un problema muy complejo, empezando por los enormes sufrimientos para las personas que viven allí o para las que tienen que huir. Un problema lleno de problemas, todos muy complejos, crónicos por décadas de inacción. Problemas producidos por personas o grupos concretos que los realizan o los justifican o miran hacia otro lado. Muchos actores; muchos problemas. La actual escalada es solo un peldaño más de la larga escalera de disparates y desastres; un peldaño que se coloca delante de los ya colocados antes. Tratar del asunto con los tics de las hinchadas de fútbol no nos va a ayudar. La equidistancia, tampoco. Necesitamos mucha serenidad, si después de la guerra en Siria y en otros tantos lugares no los permite, y si la pandemia nos ha dejado alguna energía, además.

Las cosas que se leen en las redes sociales no tranquilizan. Se escuchan muchas expresiones, pero, con todo respeto, bastante poco conocimiento sobre el complejísimo conflicto. Se han venido cometiendo demasiados errores: el primero, seguramente, haber dejado las manos demasiado libres a Israel en cuanto a su trato hacia Palestina y los palestinos.

Primero, lo más urgente: detener inmediatamente los ataques; todos los ataques. Para detener esos ataques es imprescindible tomar partido por la paz y no por una de las partes en el actual momento de violencia. Cuando hablo de las partes no incluyo a Palestina, en este momento, sino a Hamás, aliados de Hezbollah. Conviene entrar en los detalles si lo que deseamos es, de verdad, la paz.

Los ataques contra sinagogas o instituciones judías, incluso contra creyentes judíos es inaceptable y muestra poco amor por la paz de parte de quienes intensifican el despertar del antisemitismo. El Consejo Central Musulmán de Alemania ha condenado con energía los ataques y actos antisemitas producidos en paralelo a la actual situación en Palestina-Israel, o en el marco de las protestas contra el Gobierno de Israel.

El segundo paso, seguramente, debería darlo Estados Unidos y de un modo claro, dado que el actual momento de violencia en Palestina tiene que ver con el reconocimiento, por parte de Donald Trump, de Jerusalén como capital de Israel, con la apertura de una nueva embajada de Estados Unidos. Sería bueno que la comunidad internacional y Estados Unidos actuaran de común acuerdo para que cesen todos los actos violentos.

Analizar la situación en Israel-Palestina puede parecer sencilla: Israel sería culpable. La cosa es más compleja. Palestina sería una nación inventada contra Israel: sería mentira. Cuando empiezan a llegar los primeros migrantes a Palestina, atentos al nombre del territorio, tras la fundación del movimiento sionista, es un territorio poblado y bajo control del Imperio Otomano. La IGM permite a Reino Unido poner el territorio bajo su control e incumple su promesa de entregarlo a sus aliados árabes contra el Imperio Otomano; rápidamente la actual Turquía. En 1922, la Liga de Naciones otorga un mandato formal a Reino Unido sobre Palestina. La IIGM hace que un número semejante a 300 mil judíos lleguen a Palestina huyendo del nazismo. Reino Unido acabará, desbordado, abandonando el territorio que se le vuelve ingobernable por los conflictos entre judíos y palestinos y árabes. El movimiento sionista aporta muchos elementos terribles de violencia al desastre del que huye Reino Unido. Se proclama el Estado de Israel que se convierte en un Estado formalmente constituido, con las secuelas del antisemitismo y la idea de una tierra bíblicamente prometida.

Uno de los conflictos internos de Israel es el hecho religioso judío, con el que todos los israelís judíos no están de acuerdo. Israel ha seguido una política de nacionalismo religioso, de exclusión de lo musulmán a favor de solo lo judío, que ahora llega a su extremo. Pero, y esto es muy importante, la población europea no israelí y no palestina no debería caer en la tentación, ya realidad, de tomar partido por una de las dos religiones y en contra de la otra. Israel debería haber dejado de ser, hace mucho tiempo, un país tabú por el daño que el nazismo provocó contra toda la Humanidad, en especial en la vidas y los cuerpos de los judíos europeos. La industrialización del asesinato para el exterminio de las personas de origen judío o de fe judía, el genocidio más terrible ocurrido en la Humanidad, no puede permitirle a Israel no cumplir las Leyes de todos. Precisamente, el incumplimiento por parte de Israel de las Leyes se me antoja el más inmoral, dado que las personas de religión judía o de origen judío fueron terriblemente asesinadas por la tiranía que destruyó las Leyes y que estableció el Estado nazi.

La permanente anexión de territorios palestinos, en una insaciable y consentida acción por parte de la comunidad internacional, Estados Unidos en particular, no se debe aceptar. Las personas en los territorios palestinos  no tienen acceso al agua y viven en verdaderos guetos. Los desalojos son actos inaceptables en cualquier momento, pero si Israel los provoca durante el Ramadán son aun más inaceptables. La desesperación de la población palestina es comprensible, sus sufrimientos son innegables e insoportables. Esto puede explicar que Hamás gane partidarios, la pregunta es si se puede justificar el lanzamiento de quizá dos mil cohetes contra la población igualmente civil de Tel Aviv. No basta con contar los muertos, si los cohetes de Hamás pudieran matar más civiles israelís lo harían, esa es la intención de las bombas cuando se lanzan contra la población civil: el terror y la muerte. Terror y muerte que los palestinos sufren, también, de parte de Israel desde hace décadas.

Israel es el principal responsable de casi todos los problemas, pero no el único. Hamás es una organización islamista, aunque sea sunita, y no chiita como Hezbollah o el Gobierno de Irán. La conexión entre Hamás y Hezbollah parece evidente, y esa evidencia nos puede llevar a pensar en la posible intención de libanización del problema, y todos sabemos cómo acabó Líbano y cómo sigue. Israel y Palestina pueden ir a mucho peor.

No cabe olvidar las promesas que se le han hecho a Israel de hacer que desaparezca del mapa. Estas amenazas provocan una mayor militarización de Israel, si es todavía posible. Creo que la población europea debería exigir más, y con mayor intensidad, el cumplimiento del Derecho Internacional, así como comprender que si la componente religiosa del Estado de Israel es un problema, el islamismo radical de Hamás también lo es y persigue, también, unos objetivos que van más allá de simplemente defender los derechos humanos y los básicos para la población palestina.

Israel representa un estado religioso nacionalista, algo con lo que hay un debate controvertido en el seno de la sociedad israelí. Hamás representa el islamismo radical para la sociedad palestina, por si no nos habíamos dado cuenta. No somos nosotros, los europeos, lo que debemos decidir cómo debe ser Israel o cómo debe ser Palestina, pero no sé si todos los que salen a apoyar a una de esas dos partes, Israel o Hamás, tienen claro lo que están apoyando.

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