Petrarca estaría en contra de la autoayuda

Nuestra sociedad idolatra la gloria, aunque sea en su versión más televisiva y banal, mientras huye de la desdicha

Cuadro de Petrarca.
Cuadro de Petrarca.

Nuestra sociedad idolatra la gloria, aunque sea en su versión más televisiva y banal, mientras huye de la desdicha. En ocasiones, incluso culpa los desafortunados de su mala suerte. No era el proceder de Francesco Petrarca. El poeta y humanista del siglo XIV creía que los desgraciados merecían consuelo. Era a los triunfadores a los que había que bajar los humos, para que la soberbia no les cegara. En Remedios para la vida (Acantilado, 2023), nuestro autor  hace precisamente eso, nadar contracorriente para dar a todo el mundo no lo que desea sino lo que necesita. Es justo lo contrario de lo que ofrece la autoayuda, que regala los oídos pero no aporta soluciones reales. 

¿Puede ser la suerte una maldición? Petrarca cree que sí, por lo que dedica a advertir, como un aguafiestas de lujo, a los que se creen intocables por el destino. ¿Eres joven y creen que vas a vivir para siempre? Desengáñate: nada hay más incierto que el propio fin. A los jóvenes, una falsa seguridad les traiciona y les conduce hacia el peligro. En el momento del presente, sin darnos cuenta, ya estamos muriendo. La vida es dolorosamente breve, tan fugaz con la belleza. Aquellos que se obstinan en cultivar la hermosura del cuerpo por encima de la hermosura del alma resultan, como poco, temerarios. ¿Qué pensaría Petrarca de esos hermosos cuerpos sin cerebro que aparecen en la telerrealidad de moda? 

Ahora que tanto hablamos de la memoria, Remedios para la vida nos previene contra la tentación de convertirla en un objeto de culto. No parece lo más sano, desde luego, recrear una y otra vez las desgracias del pasado y revivir así el mismo dolor: “En la mucha memoria hay mucho fastidio”. El error estaría en utilizar la facultad del recuerdo para asuntos en los que el olvido resultaría mucho más aconsejable. ¿Cómo discernir lo que debemos retener en nuestra cabeza de lo que no? Nadie dijo que fuera fácil. La experiencia nos enseña que, con una memoria demasiado buena, determinadas heridas se obstinan en no marcharse jamás…

Petrarca nos aconseja sobre qué debemos hacer para ser libres. La libertad que realmente vale, la interior, no se consigue por un nacimiento afortunado sino por lo que de verdad importa, la práctica de la virtud. Impediremos así que mil tentaciones nos esclavicen, mil tiranías invisibles para tanta gente que no sabe ver más allá de lo inmediato y tangible. En ocasiones, esas cadenas se visten con ropajes atractivos. ¿Qué bibliófilo no ha imaginado, alguna vez, un paraíso lleno de libros? Aquí nos encontramos con otra seria advertencia: los libros han hecho sabios a unos pocos y locos a muchos más, a todos aquellos que no han sabido digerir lo que hallaban en letra impresa. Ahora, en cambio, se cree que leer es un valor en sí mismo, cuando lo importante es la calidad de lo que se lee, no la cantidad. 

Los libros han de servir para alimentar el espíritu, no para ahogarlo con su mucho peso. El conocimiento, como bien nos recuerda el poeta, no debe estar en los volúmenes de las estanterías sino en nuestra memoria. Para eso, debemos ser críticos, no caer en la tentación de confundir la letra impresa con la palabra sagrada. A fin de cuentas, tanto en la Edad Media como en el siglo XXI, tomar la pluma estaba también al alcance de los insensatos, de gentes que se ponían a juntar letras compulsivamente porque no sabían hacer otra cosa. Peor aún, porque imaginaban que iban a pasar a la posteridad como hombres de letras: “El deseo de fama y el empeño en escribir han reportado gloria a unos pocos, pero son incontables los que han llegado a la vejez pobres, locos y desnudos, como ridículos charlatanes para la mofa del vulgo”. 

Petrarca, como la verdad, no siempre es agradable. Pero su voz nos conforta cuando se propone aliviarnos de nuestras penas. ¿Hemos nacido pobres? Los ricos, como nosotros, también han salido desnudos del vientre de una mujer. ¿Morimos? Mejor digamos que empezamos una nueva vida, la auténtica. Palabras de consuelo, sin duda, pero mucho más que eso. Donde un teórico de la autoayuda nos daría la razón en todo, Remedios para la vida nos aporta exigencia. Como pedirnos que, en tiempos de conflictos intestinos, no seamos de los que encienden el fuego de la guerra civil. No es un mal consejo en pleno 2023, cuando, por lo que vemos y oímos todos los días, los guerracivilistas son siempre los demás. 

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