Pequeños destrozos

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. Periodista. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Máster de Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos en la Universidad de Cádiz. Máster de Humanidades: Arte, Literatura y Cultura Contemporáneas en la Universitat Oberta de Catalunya. 

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Nuestra ciudad ni es una feria constante ni es una obra de construcción. Jerez carga a sus espaldas con el lastre del abandono y la destrucción de su patrimonio histórico-artístico.

No es nuevo, lleva varios años repitiéndose. Es sólo un detalle de cómo se trata el patrimonio y el mobiliario urbano de nuestra ciudad. Una forma de proceder extremadamente individualista y poco respetuosa con lo público, con lo de todos. Ni siquiera son vándalos, es fruto de la regulación del uso de un espacio público, recalco, un espacio de todos. La regulación que bien podría llamarse desregulación; caos y descontrol del que nadie parece darse cuenta o del que simplemente nadie se manifiesta. Aquí cada uno va “como Pedro por su casa”, y la casa se nos sigue cayendo a pedazos.

Pintar el suelo de la Alameda Vieja con marcas para puestos comerciales que permanecen en el suelo durante todo el año lo considero un símbolo de decadencia. Este enclave, para mí uno de los lugares más bonitos de Jerez, es un perfecto lugar para el disfrute tanto de jerezanos como de foráneos: pasear, relajarse, hacer fotos, organizar eventos o encuentros... pero alguien ha decidido dejar su sello –como marca de la utilización de este espacio común- para que otros visualmente lo sufran. Como si de una feria se tratara, la Alameda Vieja ha sido puesta a disposición exclusiva del uso comercial de unos cuantos en perjuicio de otros muchos, afeando el conjunto de la plaza. ¿Es justo ese trato? ¿Por qué no aprendemos a respetar el patrimonio –sea cuál sea su valor- de Jerez?

Nuestra ciudad ni es una feria constante ni es una obra de construcción. Jerez carga a sus espaldas con el lastre del abandono y la destrucción de su patrimonio histórico-artístico, ¿cómo ponemos coto a esa realidad? Aunque es cierto que el suelo de la Alameda Vieja no es un obra de arte como tal –el que había hace unas décadas sí que lo era-, cualquier muestra de deterioro por pequeña que sea o de mal uso del espacio público contribuye a que nuestra ciudad sea un espacio menos agradable. A la crítica del estado del conjunto monumental y del casco histórico se le debe sumar la denuncia de pequeños destrozos como este. Es tarea de todos, Jerez lo necesita.

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