Orgullo y prejuicios

Hemos tenido a una señora de sesenta recién cumplidos reivindicando su manera de amar con un mantón arcoíris al hombro desde una tribuna en Sevilla

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Una ruta para descubrir los lugares de las disidencias sexuales de Sevilla. En la imagen, banderas LGTBI ondeando.
Una ruta para descubrir los lugares de las disidencias sexuales de Sevilla. En la imagen, banderas LGTBI ondeando.

El 28 de junio de 1969, en el pub del barrio neoyorquino de Greenwich Village, tuvo lugar la Revuelta de Stonewall ―en referencia al nombre del local donde se produjo la redada policial―. Este bar era frecuentado por personas homosexuales. Se considera esta la primera ocasión en la que la comunidad LGTB se manifestó en Estados Unidos por la persecución a la que la sometía un sistema legal hostil. Desde entonces, mucho ha llovido y, afortunadamente, muchas cosas han cambiado. Y otras no tanto. Las manifestaciones de Stonewall contra la actitud policial violenta y la represión social trajeron consigo la conmemoración que cada año se realiza en muchos países del mundo. Cada 28 de junio celebramos el Día del Orgullo, que comenzó siendo solo gay y ahora se acompaña de las siglas LGTBIQ+.

En España, la marcha más multitudinaria se realiza en Madrid. Desde hace años las banderas arcoíris, el colorido, la fiesta y la música inundan las calles de la capital y de otras grandes ciudades. Pero también inundan el asfalto la reivindicación y la visibilización a través de la alegría de vivir. Vivir en paz, vivir en igualdad, vivir en el respeto. Quizás sea por eso por lo que muchos de los que no pertenecemos a esas siglas nos sentimos tan felices de que el orgullo y sus sonrisas se adueñen estos días de los focos. 

Y este año, una vez más, ha habido de todo en ese foco multicolor. Hemos tenido a una señora de sesenta recién cumplidos reivindicando su manera de amar con un mantón arcoíris al hombro desde una tribuna en Sevilla. Ella, folclórica, andaluza y cantante de sevillanas. Ella, a la que las revistas y los mentideros han bautizado durante décadas como la “amiga” de la Pantoja. Ella, que ya ha enterrado a aquellos a quienes quizás llegó a pensar que podría dañar con su verdad. Ella, que dice no haberse escondido nunca pero tampoco haber revelado esa parte que no deseaba compartir con el mundo. Ella, que ahora baila con su novia sobre un escenario y habla sin tapujos de la familia que ha construido. Un paso adelante que tal vez ella no necesitaba pero que, sin duda, ayudará a muchas otras.

Hemos tenido también a gente muy desubicada. El grupo municipal de Más Madrid ha llevado banderines arcoíris a los escaños del Pleno en la sesión mensual de junio, mientras que los voxeros preguntaban si estaba permitido portar banderas de un “lobby” en los estrados. No es que, a estas alturas del partido, esperemos intelecto o buenas maneras, ni mucho menos respeto en semejante nido infecto, pero a veces, incluso ellos consiguen sorprender. Lo han hecho cuando han desplegado, en señal de protesta, una bandera de España sobre sus escaños. Cuando la enseña nacional puede erigirse en oposición a un símbolo de libertad, flaco favor se le hace al emblema patrio. Lástima que tal reflexión sea demasiado pedir para semejantes mentes. Y mayor lástima es que cada vez sean más los ciudadanos que los apoyan en las urnas. 53 años desde Stonewall, aún orgullo herido y demasiados prejuicios.

 

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído