Operación salvar al soldado Iceta

Raúl Solís

Periodista, europeísta, andalucista, de Mérida, con clase y el hijo de La Lola. Independiente, que no imparcial.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el nuevo ministro, Miquel Iceta, en un acto del PSOE.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el nuevo ministro, Miquel Iceta, en un acto del PSOE.

En plena tercera ola, con el pico de contagios en cifras récords, el PSOE ha hecho una de esas operaciones de ingeniería política que tan bien sabe hacer y que cuenta con el aval del Grupo Prisa, su grupo mediático de referencia, apoyo clave para el éxito de esta operación y cualquier otra. Lo que está detrás de la marcha del ministro de Sanidad, Salvador Illa, a Cataluña es el cambio de cromos en el poder interno del PSC, no los intereses de los ciudadanos. Ni siquiera la posibilidad cierta de que Illa vaya a poder ser president de la Generalitat catalana.

El PSOE sigue siendo el PSOE, aunque a veces se olvida. Pedro Sánchez ha usado el poder institucional, en este caso el Gobierno de España, para premiar a Iceta y evitar un polvorín en la sucursal catalana del PSOE, un polvorín que no se puede permitir un partido al que el conflicto independentista ha hecho añicos en apoyo electoral y pérdida de cuadros y referentes que han ido abandonado el barco a medida que el partido se ha ido escorando hacia posiciones más inmovilistas y afines a los postulados del nacionalismo españolista.

La operación ‘Illa a Cataluña, Iceta a Madrid’ es un juego interno que, de haber sido protagonizado por otro partido, acarrearía titulares mucho menos amables que los que los medios están dedicando al cambio de cromos del PSOE. “Pequeña remodelación”, dice la Cadena Ser, que lleva varias semanas haciéndole auténticos panegíricos a Salvador Illa y que recibirá a Iceta en Madrid con alfombra roja. El País no iba a ser menos que la emisora de radio y le ha dedicado un perfil a Iceta en el que parece que éste ha estado 20 años de misionero en la selva amazónica.

Si el cambio de cromos hubiera sido protagonizado por Unidas Podemos, los titulares del Grupo Prisa serían muy diferentes y Ángels Barceló ya le hubiera dedicado más de un editorial bronco en el Hoy por Hoy con un titular, más o menos que así: “Podemos crea una crisis de Gobierno al cambiar sus ministros por interés partidista”. Se oirían palabras como “purga”, “movimiento irresponsable” o “el dedo de Pablo Iglesias designa a…”.

Sin embargo, en la operación catalana todo es confeti, algarabía, alegría y globos de colores. Ángels Barceló recibirá con una entrevista a Miquel Iceta en los dos o tres próximos días, si no es mañana mismo, que para eso la catalana recibe doctrina de Felipe González, Ana Patricia Botín y otros dueños de España con mando en plaza.

Se va Illa, que será siempre recordado como un buen ministro que gestionó la pandemia con prudencia, corrección y trasmitiendo seguridad a la ciudadanía, y llega Iceta, que es al PSC lo que Susana Díaz es al PSOE andaluz. El catalán, que no terminó ninguna de las dos carreras que comenzó porque se lo impidió la vorágine de la política profesional, tiene suficientes galones. La carrera del catalán es incontestable, pero sobre todo no tiene huecos vacíos en más de 30 años. No ha habido un solo espacio de tiempo que se haya quedado sin escaño o sin cargo orgánico. Por el contrario, tiene a sus espaldas muchas víctimas y no sabe qué es echar un currículum y tener que humillarse ante una entrevista de trabajo. Con lo que humaniza sentirse vulnerable e ir al banco, meter la tarjeta y que no haya ni 20 míseros euros, que es lo mínimo que escupe un cajero automático.

De concejal en Cornellá de Llobregat en 1987 a ministro de Política Territorial en 2021. Entre medias, subdirector del Gabinete de la Presidencia del Gobierno de España, diputado por Barcelona en el Congreso, parlamentario en el Parlamento catalán durante 22 años, viceprimer secretario, secretario primero y secretario general del PSC… Pedro Sánchez intentó nombrarlo senador en 2017 por designación del Parlamento catalán para nombrarlo presidente del Senado, pero ERC se opuso, como reacción al apoyo de Iceta al 155 y a su alineamiento con lo más granado de la derecha cañí en los días más tristes de la intentona independentista.

Iceta no pudo salir de Cataluña en coche oficial, así que se quedó a picar piedra, resistió como portavoz del PSC y esperó a una mejor oportunidad para salir con dignidad, que es como llaman en el interior del PSOE a irse de un cargo con un buen sueldo debajo del brazo para asegurarle la existencia al damnificado. Ahora llega a Madrid como ministro de Política Territorial, una cartera con poco presupuesto pero que sirve para controlar el poder del PSOE allende de la metrópolis con el aval del anagrama del Gobierno de España.

La pandemia está desbocada y la presión hospitalaria por encima de los datos de marzo de 2020, pero el PSOE ha podido llevar a cabo una operación partidista desde dentro del Gobierno de España y a la vez venderla como un movimiento de alta política a favor de la paz mundial. A Iceta también le acompaña el privilegio de género. Es al socialismo catalán lo que Susana Díaz al andaluz. Ha echado los dientes urdiendo estrategias internas para cargarse compañeros rivales y no conoce vida profesional al partido. A su favor, no es mujer y su ambición está justificada porque los hombres tienen objetivos, no ambiciones. Los epítetos hiperbólicos de los medios de comunicación, “hombre de Estado”, “solvente”, “leal” y “político íntegro”, ya se encargan del resto de la operación para que sea todo un éxito. Al menos en cuanto a relato. La realidad llegará después de contar los votos de las elecciones catalanas.

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