El torero Manolete destacado por su volapié en una imagen de archivo
El torero Manolete destacado por su volapié en una imagen de archivo

El de Córdoba tiene treinta años. No sabe nada de la vida. Su madre lo tiene encerrado en una jaula de cristal como sucede con algunos pájaros. Pá eso es su mare. Manuel sabe de toros y de que el albero quema en Agosto. Y que el morlaco que tiene delante lo puede matar. El toro lo debe matar.

El tendido de sol tiene sed. Será la garrapiñada y la avellana. El señorito la burla tragando fino de granel. Cristóbal la aplaca bebiendo en el arroyuelo como las vacas. Viene de moler algarroba para los cerdos. Es un niño para seis años en Diciembre pero le duelen los huesos como al toro de Miura en Linares.

Manolete lleva en su mano la espada de Damocles. El niño una vara con la que matar libélulas. Es temprano para que brille el traje de luces. El pequeño, por el sudor, tiene iluminados los omoplatos.

El diestro vacila pero matará al volapié.., como mandan los cánones y los sedientos. Échese a un lao.., no ve usté que va a quemá a mi chiquillo con el puro. La golondrina, con su vuelo rasante, impacienta al respetable. El toro, de miedo, defeca en el anillo bermellón de picadores. Las banderillas de amarillo y grana como dicta la nación. El campo en La Liebre tiene todo el oro del mundo en la cabellera de los girasoles. Sus semillas rojas como el jugo de las arterias.

El torero respira. El niño respira. El toro respira. Y la hormiga asfixiada en el verano andaluz. Qué poco trabajan por ahí abajo dictan los refraneros.

El estoque enfila lentamente hacia el morrillo. Las avispas de acero apuntan siempre a las nucas de los desgraciados. El pitón es una boca más que hay que alimentar. El torero, a ojos del morlaco, son dos zapatillas negras clavadas en el pálido ruedo.

¡Toro! Lo último de Manolete. Y llega empujado el bravo por los destinos de lo humano y lo animal. Y el hombre parte en dos la columna vertebral del morlaco, hasta la bola como dicen los enciclopédicos, y el toro destroza la femoral en la defensa de lo justo.

Manuel es un trapo zarandeado por el espanto del público. Sólo cae cuando comienzan a llorar las mujeres. Los niños, sin quieren ser toreros algún día, no pueden apartar la mirada. Cristóbal se aleja del caudal para orinar en sus manos. Le escuecen porque el calor las despelleja y dicen los mayores que mearse en ellas es la única forma de sanarlas. Eso o el olvido.

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