Teorías sobre lo jondo: la falta (2)

Los Puertos entonan la muerte con el eco de sus sirenas. Jerez la espanta. Es el campo el que la entierra.

Obra de Patrick Laurin.
Obra de Patrick Laurin.

Venimos al mundo solos... a diferencia de la gran mayoría de los animales. Sin una camada detrás que nos obligue a luchar, desde el primer rayo de luz, por un amor que en la cruda naturaleza tocaría a repartir. Nada más hay que ver cómo empujan las crías ciegas sobre la estera, sobre la paja, sobre el barro.

Nosotros no. Nosotros, en cambio, llegamos y vencemos adjudicándonos, sin apenas mover los ojos, nuestro primer triunfo en la recién estrenada humanidad —Todo a cambio de Nada— sin saber que ese calor humano, a partir de ese justo momento, irá menguando inevitablemente con el paso del tiempo.

Porque como hubo tiempos de hambre... no dudes que volverán. Esas hambres solariegas imposibles de aplacar con los pechos de una madre.

Sus ojos me decían tengo hambre, tengo frío. Me decían tengo miedo. Lo uniquito que tengo mío”.

Y ahí, en la impronta de la escasez, brama el flamenco. Brama sabiendo que tardará en llevarse algo a la boca. Por eso se echa el cante a la garganta como el Dios que se devora a sí mismo y a sus hijos. Saturnos de Goya.

Porque como hubo tiempos de rechazos... siempre los habrá aunque estés viviendo la noche de las mil noches. “Qué fatigas tengo, te apartas de mi vera, cuando más te estoy queriendo”.

Y lo que es día se torna noche. Y lo que es noche se torna infierno. No cabe en un cielo el dolor del que ama, del que pensó que tenía la eternidad por delante. Y la falta se hace lástima o puñal por soleá dependiendo de cómo le sube a cada uno la sangre a la boca. “El día que me eches de menos, vas a tené que buscarme, como un caballo sin freno”. Dios nos libre.

Y en la muerte... canta el flamenco la muerte porque se necesita de entenderla, de aplacarla, de arrinconarla. Cuando falta la vida siempre falta de golpe. “Mataron a mi hermano una marugá, tú lo has matao liaito en su manta, sin haberte hecho ná”.

Los Puertos entonan la muerte con el eco de sus sirenas. Jerez la espanta. Es el campo el que la entierra. Todos somos iguales bajo el algodón. “Ay me falta mi mare, me falta mi mare. Estando en vía, con sus ojitos vueltos a los de mi pare”.

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