Un vecino, ante la fachada de la antigua peña flamenca Los Juncales, en una imagen de archivo. FOTO: JUAN CARLOS TORO
Un vecino, ante la fachada de la antigua peña flamenca Los Juncales, en una imagen de archivo. FOTO: JUAN CARLOS TORO

Por qué no llegan hasta aquí las luces de navidad pregunta el crío mientras mordisquea su última castaña. Su madre le ahorra la respuesta. Todo el vecindario sabe que salvo la iglesia, que da historia y nombre al lugar, no hay nada que ver en el barrio. Nadie, en su sano juicio, y por lo poco que ha logrado salvarse de la quema correría el riesgo de adentrarse en sus calles. Antes sí, cuando no había prisas por devorar el tiempo, pero ahora para qué.

Tenemos lo mejor pero los turistas sólo quieren ver piedras y aquí no las hay. Las hubo pero ya no las hay se escucha decir al regente del bar de siempre, el único que ya queda, a su borracho de siempre.

Un coche, cruzado en mitad de una de las calles más profundas, amenaza con detener hasta el paso del viento. Un perro ladra al cielo. No se atreve a hacerlo al interior de las puertas encajadas. Teme recibir una patada o quién sabe.

En la otra orilla parece flamenco. Lo será pero viene enlatado como el atún. Que no sea La Rosalía que me da algo creo ver en los ojos de la abuela de los doscientos años y de la fuente eterna. Pañuelo de raya en raya, mare cómprame usté uno, antes que el tío se vaya. Eso es Jerez y seguirá siéndolo quede o no quede nada en pie.

Lejos, los eruditos y los políticos gustan de parlotear: Santiago es nuestro barrio señero como el de Santa Cruz lo es para Sevilla. Un emblema se jalean.

Mentira. Pudo serlo pero ya no queda nada por salvar. Muy tarde todo aquí. Como dice el pueblo..,en la casa de los pobres nunca reina la alegría.

Un gato callejero cuenta los adoquines que va pisando. Uno a uno. Para el bicho son islas desiertas, negras, muy negras. Para nosotros, si cerramos los ojos, es un mar distante que nunca viene.

Ahora es cal y luto. Patios de vecinos sin vecinos y pozos sin fondo. Ya no huele ni a pescaíto frito dice el difunto sobre su nicho vacío.

Ruge un hombre sobre una moto de cross. Algo viene necesitando. Ruge el abismo de los hombres cuando en el barrio ya no se acuerdan de los rugidos del pobre león.

En la calle Nueva hay un almacén -habla la bulería- que vende arenque, mantequita y café. Pues a mí que me perdonen pero yo sólo veo olvido.

Al barrio de Santiago.

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