Memoria, de Laura Fernández.
Memoria, de Laura Fernández.

Marcos ha requerido de unas 30 sillas de enea para levantar un muro que honrará a los que se han merecido seguir en nuestra memoria. Una silla vacía no es sólo una silla. Y el patio de butacas, desde mi lugar en el escenario, es un campo de minas fluorescente. Aquí sí, aquí no. Y los aviones y los autobuses a reventar... como el que lleva ganado al matadero. Qué trabajito costará levantarlos de sus asientos, se pregunta el duende flamenco.

La máquina de humo, a toda mecha, empeñada en traernos un apocalipsis dentro de otro. La cultura —dicta la incultura— a mitad de su aforo. Mientras tanto, José de los Camarones preguntando si se puede quitar la mascarilla. Dejarme llorá, orilla del mar. Y el mar espantado con la que está cayendo.

El techo del Central es hierro y alambre pero más pesa el aire que está encerrado allí. O soy yo que todo me pesa. Empiezo en oscuro para que terminemos en oscuro. El mástil de la guitarra, cuando se suba el telón, se volverá el de un barco. El que la lleva, la entiende.

Y sonará —o ya lo está haciendo— y María bailará para los suyos, los nuestros, los vuestrosUna silla vacía no es sólo una silla. Y mi madre que será la primera vez que no sabrá que su hija baila. No es porque no se lo digamos pero Sevilla le queda tan lejos como Venus. Si el universo tiene agujeros negros.., las tablas de un teatro contienen universos. En todos hay señales de vida.

No creo yo ni en mi mare insulta la petenera, cuando antes dejo de creer en mí, y los nuevos rostros FFP2 de algodón y papel sin poder contener la emoción; una emoción que pronto podría estar también prohibida. El miedo, en cambio, no se prohíbe.., se inyecta.

Y el artista, el del Central o el del tabanco o el mismo, espantando a la miseria. Tú no digas ná. Si te ves pachucho ni se te ocurra acercarte al hospital. Y el del super, mientras tanto, forrándose con el lucrativo negocio de alimentar a los borregos. Perdone.., antes de entrar frótese las pezuñas con el gel.

La Elu barrunta por martinetes para atraer a la tormenta perfecta. Y si no es verdá, eso que yo digo, si no es verdá, que venga a mí la muerte. Y la mujer es un espigón en medio del océano.

Una silla vacía no es sólo una silla. Es toda una memoria.

Créanme. Hoy mi madre a su hija: ¿y ayer? ¿todo bien en ese sitio de ayer?

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